Desde principios de la década de los 80 hasta mediados de los 90, Valencia fue el epicentro de un fenómeno cultural conocido como la Ruta del Bacalao. De la efervescencia, vanguardia y espontaneidad de sus inicios, la Ruta evolucionó hacia la ortodoxia y masificación, atrayendo la atención de los medios de comunicación que, en su mayoría, terminaron por degradar —y ridiculizar— un fenómeno que, según buena parte de sus protagonistas, debía haber sido más reivindicado por su faceta cultural y sociológica. Más de 40 años después, regresamos a la carretera del Saler en Valencia donde surgió aquella legendaria Ruta del Bacalao.

¿Qué fue la Ruta del Bacalao?

La Ruta del Bacalao
Stone Roses en el Barraca Bar, no todo en la Ruta del Bacalao fue ‘¡hu-ha!’ Fuente: Rutadestroy.com

En este caso no se trata de una pregunta retórica: nadie sabe ofrecer una respuesta concreta que dibuje en pocas palabras lo que supuso la Ruta del Bacalao. En los ojos de muchos de sus protagonistas brilla la nostalgia de una etapa irrepetible de sus vidas, en el que la juventud, el entusiasmo, la inocencia, el peligro, la amistad y el amor se mezclan en fines de semana de fiesta eterna.

A nivel práctico, la Ruta sirvió para nombrar un itinerario festivo que miles de jóvenes seguían cada fin de semana en el entorno de Valencia, especialmente en la mencionada carretera de El Saler, acudiendo a discotecas como Barraca, Spook, Chocolate, ACTV, Puzzle, Espiral o The Face.

Pero a nivel mediático, la Ruta del Bacalao se terminó convirtiendo en una decadente y autodestructiva costumbre juvenil que había que erradicar. El consumo de drogas y los accidentes de tráfico alertaron a las autoridades que, tras el crimen de Alcàsser —en el que tres adolescentes que acudían a una discoteca rural terminaron brutalmente asesinadas— decidieron controlar un fenómeno que a su juicio se había descontrolado.

Pero más de una década antes de que la Ruta del Bacalao cambiase la ‘c’ por un ‘k’ y fuese sinónimo de la más lamentable decadencia, varios clubes valencianos se erigieron en guías de un movimiento cultural que aglutinó a la ‘movida valenciana’. Nos vamos a Barraca a ‘matar discos’ para comenzar a descifrar el enigma de la Ruta.

La Ruta del Bacalao. El origen (1980 – 1991)

La Ruta del Bacalao
Las ruinas del mítico Chocolate, el reverso tenebroso rutero. Fuente: lugaresabandonadoslostandlast.blogspot.com

Cuenta Carlos Simó siempre que le ponen un micrófono delante, que su Barraca fue el germen de la Ruta, la primera discoteca que dejó de pinchar baladas de agarrados a última hora de la noche: Simó comenzó a poner a The Pretenders, The Cure, Depeche Mode y otros grupos que triunfaban en Londres.

Pero el Barraca no se contentó con seguir la tendencia marcada por la capital británica ni por la radiofórmula española. El empresario y DJ inició el ritual de ‘matar discos’ ante su público: cualquier disco que sonara en la radio era condenado, no volvería a sonar en Barraca, rompiendo el vinilo y lanzando los trozos a la pista de baile. Fue el primer acto espontáneamente vanguardista de la proto-ruta del Bacalao: lo que sonaba en sus discotecas no sonaba en ningún lugar de España.

El éxito de Barraca allanó el camino a otros clubs como Spook o Chocolate. Fue esta última —para muchos la discoteca más vanguardista y radical de los primeros años— la que llevó el concepto de la movida valenciana a un nuevo nivel. Su responsable y DJ, Toni el Gitano, dio un giro siniestro al pop de Barraca pinchando a grupos como Cabaret Voltaire, Alien Sex Fiend o Bauhaus.

La Ruta del Bacalao
La Ruta del Bacalao. Fuente: Rutadestroy.com

No contento con ello, El Gitano decidió hacer algo que no se había hecho en ningún otro lugar y que tal vez nunca se ha vuelto a repetir: programar conciertos en Chocolate a las 7 de la mañana. Fue el principio del legendario fin de semana de fiesta continua que terminó caracterizando a la futura ruta.

Por su parte, Spook, abierta desde 1984 y ubicada en la pedanía de Pinedo, más cerca de la ciudad, se convirtió en otro gran éxito gracias especialmente a la labor de Juanito Torpedo y, después, de Fran Lenaers, una leyenda a los platos responsable de pulir la técnica de mezclado.

Lenaers lleva sus sesiones hacia ritmos electrónicos que, a la postre, conducen al futuro ‘Sonido Valencia’: el techno y el EMB hacen acto de presencia en las pistas valencianas mientras en otras capitales españolas se mantienen fieles a la New Wave y el pop-rock de corte más o menos siniestro. Valencia es la vanguardia junto a Ibiza, pero la prensa musical y las radios siguen obnubiladas con la Movida madrileña. Y entonces llega Chimo Bayo.

La Ruta del Bacalao. Gloria y decadencia (1991-1995)

La Ruta del Bacalao
La Ruta del Bacalao y los parkings, un idilio único. Fuente: Rutadestroy.com

En 1991, Chimo Bayo saca su Así me gusta a mí, un single que entraría en el libro Guinness de los récords como uno de los más vendidos de la historia. Producido por Germán Bou, —otra leyenda del Sonido Valencia responsable, por ejemplo, de la canción Espiral Dunne— aquel tema marcó un antes y después, porque los medios especializados —y no especializados— empezaron a verse atraídos por un fenómeno que, en realidad, ya tenía una década de historia a sus espaldas.

Aunque los temas de Bayo sonaron más en las radios y en la televisión que en las discotecas valencianas, la Ruta del Bacalao encontró el icono que nunca tuvo y el movimiento alcanzó su cenit. Un año después, llegaba el mencionado crimen de Alcàsser, y las autoridades se pusieron manos a la obra. Controles en la peligrosa carretera de El Saler y noticias recurrentes en televisión sobre accidentes de tráfico y todo tipo de incidentes comenzaba a perfilar la (otra) Ruta del Bakalao, ya con ‘k’.

La Ruta del Bacalao
Chimo Bayo ante un público un poco menos rutero. Fuente: Chimobayo.com

Mientras tanto, los ruteros llevan las fiestas al parking de las discotecas en las que ya no cabe un alfiler. Es el célebre parkineo, una de las tendencias más bizarras e hilarantes de aquel movimiento juvenil: cientos de personas bailando a plena luz del día, con los viejos radiocasetes a todo gas saltando encima de los capós de los coches. Una locura.

Mientras ACTV se erige en el nuevo estandarte del Sonido Valencia, surge The Face, una propuesta sofisticada y glamurosa que atrae a muchos famosos a la ciudad que quieren probar de cerca ‘eso’ de lo que todo el mundo habla. Pero la Ruta del Bacalao ya está herida de muerte: la atención mediática, poniendo el foco en su vertiente más destructiva, el hecho de que los jóvenes de los 80 ya no son tan jóvenes a mediados de los 90, y que las nuevas generaciones buscan nuevas diversiones, son las causas principales de su decadencia y final.

El legado cultural de la Ruta del Bacalao

La Ruta del Bacalao
Fran Lenaers reivindicado en el Sónar 2017 de Barcelona como ‘Spanish Dj Pioneer’. Fuente: Sonar.com

Cuentan los valencianos que, durante años, la Ruta fue un tema tabú, algo de lo que nadie quiso hablar porque su imagen más negativa fue la que finalmente se impuso al contrario de lo que sucedió con otros movimientos paralelos como la Movida madrileña o el futuro movimiento clubbing de Barcelona, amplísimamente apoyado este último por una exquisita prensa musical entregada al autobombo tal y como (casi) siempre ha sucedido en la consolidación de fenómenos musicales que terminan siendo, claro, negocios multimillonarios.

Si la Movida madrileña contó con un sólido sostén mediático que favoreció la generación de una industria cultural a su alrededor —transformando aquel movimiento en un mito sobreexplotado y ya caricaturizado— la Ruta llegó, vio y venció sin cobertura oficial: solo un grupo de audaces empresarios hosteleros, una generación de ingeniosos artistas de vanguardia y, sobre todo, un público fiel y entregado, convirtieron aquel movimiento en la oscura leyenda que es hoy en día, leyenda, por supuesto, en la que tampoco es oro todo lo que (ahora) reluce.

Al contrario de lo que le sucede en los últimos tiempos al indie de los 90 —del cual rehúyen buena parte de sus protagonistas que esconden sus pedales de distorsión en lo más oscuro de sus trasteros mientras ensayan el perreo frente al espejo para seguir en la brecha— la Ruta del Bacalao y el Sonido Valencia viven desde hace años una segunda juventud.

Muchos de sus protagonistas, ya peinando canas, protagonizan exitosos documentales, libros, libros, más libros y reivindicaciones varias que tratan de dar valor a un movimiento que nunca llegó a analizarse desde una sesuda óptica intelectual, porque tal vez nunca la tuvo… ni la necesitó. Quizás fue justamente ese carácter hedonista, desenfadado, rural, mescalinoso y rabiosamente heterogéneo el mayor valor de la Ruta… y sus ruteros.