Han pasado ya cuatro años desde que Hernán González decidiera embarcarse en la aventura de abrir su propio restaurante. Fue en aquellos días en que la pandemia empezaba a desvanecerse y el mundo, sediento de abrazos y conversaciones, buscaba reencontrarse alrededor de una mesa. También era un tiempo en el que todos ansiábamos pequeñas razones para sonreír, para olvidar las preocupaciones y brindar por el simple hecho de estar juntos.
De esa necesidad de reunión y celebración nació La Burbujería, un rincón en pleno corazón de Madrid, en la emblemática calle Barco, pensado para saborear momentos compartidos y brindar con una copa de un buen espumoso por las alegrías que nos regala la vida. A la vista de sus valoraciones, que rozan el perfecto en plataformas como Google y TripAdvisor, todo indica que Hernán lo ha conseguido.
Así nació La Burbujería

Como decíamos en la introducción, el restaurante nació tras la pandemia y de hecho posiblemente no hubiera nacido sin este periodo para olvidar. Primero, porque si Hernán no hubiera adoptado a su perrita Panda durante esta etapa nunca hubiera conocido a su socio Fran, mientras ambos paseaban a sus mascotas. Y segundo, porque, sin los tristes cierres de muchos restaurantes en el centro de Madrid, no hubiera sido fácil encontrar un local que encajara perfecto con su proyecto. Pero ambas casualidades se dieron y en un tiempo récord, y con una inversión mínima, La Burbujería estaba abierta y lista para empezar.
Al frente del proyecto se encuentra el chef Hernán González, un alumno aventajado del renombrado Abraham García, con quien trabajó durante tres años en el Restaurante Viridiana. Esta experiencia ha marcado la propuesta culinaria de González, que él mismo describe como “Honesta, Sencilla, Sabrosa y Viajera”.


La Burbujería
Hernán también cursó Sumillería en la Cámara de Comercio de Madrid, llegando a ser uno de los mejores de su promoción, y este conocimiento especializado ha sido la excusa perfecta para que las burbujas se convirtieran en las protagonistas indiscutibles del proyecto.
El ambiente del local es tan ecléctico como su cocina. La decoración, que mezcla un estilo industrial con toques retro y casuales, crea un espacio divertido y acogedor. Al entrar, una pequeña barra da paso a dos áreas diferenciadas, una de las cuales puede reservarse para grupos, lo que lo convierte en un lugar ideal tanto para una cena íntima como para una celebración con amigos.
Su propuesta gastronómica





La Burbujería
La filosofía de compartir los platos es una de las señas de identidad de La Burbujería. La carta, lejos de ser rígida, invita a los comensales a embarcarse en un viaje de sabores, probando diferentes texturas y combinaciones. Su cocina es una mezcla de ingredientes internacionales en recetas sencillas, con muchos clásicos de la cocina madrileña y española. Platos sin artificios, pero siempre con un toque personal y sorprendente.
Algunos de sus platos más icónicos son el Humus de Garbanzos de Cocido, las Croquetas porteñas (inspiradas en las famosas Empanadas Argentinas) o las Bravas del sudeste asiático (sencillamente espectaculares). La reinterpretación de platos clásicos es una constante, como se observa en sus tuétanos asados, la carrillada a la cerveza negra o el ajoblanco de anacardos con torreznos y uvas. Además, la carta se complementa con sugerencias del día, para dar importancia a los ingredientes de temporada y la cocina de mercado.
Pero, como su nombre indica, las burbujas son las protagonistas indiscutibles de este proyecto. Hernán González ha creado una carta de bebidas que es un auténtico homenaje a los vinos espumosos. Con más de 60 referencias de todo el mundo, la selección incluye cavas, champagnes, crémants y espumosos de diferentes orígenes.

Entre las propuestas destacan el Alta Alella Mirgin Laietà, un cava catalán de marcada frescura y notas florales perfecto para abrir boca; el Gramona III Lustros, uno de los grandes clásicos del Penedés con una complejidad y estructura que lo hacen ideal para platos de fondo; el Bermejo Malvasía Volcánica, un espumoso canario que captura la singularidad mineral de los suelos de Lanzarote; el elegante L’O de L’Origan, que aporta un coupage delicado y aromático. Y entre los más originales, encontramos propuestas como la Cuvée Laetitia, con 60 meses de crianza que le otorgan una fina burbuja y matices de pan tostado o el elegante Marteaux “Terre d’Origin”, champagne de 200 meses de maduración que es una verdadera joya en copa.
La carta de bebidas va más allá de las burbujas, ofreciendo una decena de vinos tranquilos por copas, con una predilección por los pequeños productores de diferentes Denominaciones de Origen de España y del mundo. También se presta especial atención a los vinos generosos con una buena oferta para terminar nuestra comida de la mejor manera posible.
Su apuesta por la cultura

Más allá de la gastronomía, La Burbujería se ha convertido en un centro cultural dinámico, que cuenta con su propio nombre: el Ateneo Panda y Lola, en homenaje a los perros de sus dos socios. El restaurante es la sede de un club de lectura y acoge otros eventos, como charlas de la Asociación de Directores de Casting, catas de vinos y quesos o incluso torneos de ajedrez.
Además, el local está siempre abierto a propuestas externas e iniciativas interesantes que propongan los propios clientes, tratando de construir una comunidad con sus vecinos y el barrio.
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