Chequia es mucho más que Praga, aunque su belleza a veces eclipse al resto. Y lo mejor de conocer este país en coche es que no hace falta recorrer largas distancias para encontrar pueblos medievales, castillos renacentistas, balnearios históricos o paisajes que parecen de otro planeta. Hacia el oeste de la capital se extienden varias regiones que muestran otra cara del país: más pausada, más rural, más auténtica, donde el ritmo del viaje lo marcas tú.
En este road trip de cinco días te proponemos un itinerario tranquilo por Bohemia del Oeste, con etapas breves que te permitirán descubrir cultura, naturaleza y gastronomía mientras conectamos las ciudades más emblemáticas de la región con paradas menos conocidas pero que, igualmente, merecen muchísimo la pena. Ponte al volante y comienza con nosotros este precioso recorrido.
Día 1: Un castillo renacentista y la cuna de la cerveza moderna

Salimos de Praga temprano y tomamos dirección suroeste. Nuestro destino es Pilsen, pero antes cogeremos un desvío bien justificado para llegar al castillo de Horšovský Týn, uno de los conjuntos renacentistas más interesantes de la región de Bohemia del Oeste.
El castillo se levanta sobre lo que fue una fortaleza gótica de los obispos de Praga, fundada a mediados del siglo XIII. Tras un gran incendio en 1547, el conjunto se reconstruyó en estilo renacentista bajo el mecenazgo de Jan el Joven de Lobkowicz, dando lugar al palacio que vemos hoy, rodeado de un parque de estilo inglés y un pequeño casco histórico lleno de casas góticas y renacentistas restauradas.
Podemos pasear por los patios, visitar algunas estancias y dar una vuelta por el parque, donde pequeñas ermitas y miradores salpican el paisaje. Es una manera perfecta de empezar el viaje: un castillo imponente, cero agobios y apenas turistas.
Desde aquí seguimos, ahora sí, hacia Pilsen (Plzeň), la gran ciudad de Bohemia del Oeste. Llegamos a la Plaza de la República, con la catedral de San Bartolomé presidiendo el espacio. Su torre, la más alta de Chequia, nos invita a subir. Si nos animamos a escalar sus 301 escalones, tendremos una vista panorámica de los tejados, las chimeneas industriales y el campanario recortado contra el cielo.
Muy cerca se encuentra la Sinagoga Grande, una de las sinagogas más grandes de Europa, levantada en el siglo XIX y restaurada tras décadas de abandono. Su mezcla de elementos moriscos y románicos llama la atención nada más verla.





Pilsen - Fotos de Michaela Dusíková, Petr Polák y Visit Pilsen
La visita estrella del día, cómo no, es la cervecería Pilsner Urquell, donde nació en 1842 la primera pilsner moderna, una lager clara que cambiaría para siempre la historia de la cerveza. Aquí puedes recorrer los túneles subterráneos donde aún se conservan las antiguas bodegas, descubrir cómo los maestros cerveceros introdujeron nuevas técnicas de malteado y un uso revolucionario del lúpulo de Žatec, y entender por qué este estilo se convirtió en un fenómeno internacional. Al final del recorrido puedes disfrutar una degustación de cerveza sin filtrar servida directamente del barril, quizá la forma más auténtica de saborear su carácter original.
Una gran manera de terminar la tarde es pasear junto al río Radbuza o por los parques urbanos, antes de buscar una cervecería local para cenar como se merece la primera noche.
Día 2: historia medieval, paisaje “prehistórico” y balnearios

Hoy ponemos rumbo al extremo más occidental del país. La primera parada es Cheb, una de las ciudades históricas más importantes de la región, con un centro que conserva la huella medieval en fachadas, plazas y callejuelas. En la Plaza del Mercado nos detenemos frente al Špalíček, un grupo de casas estrechas del siglo XIII separadas por un callejón mínimo. Subimos hacia el castillo de Cheb, con su torre negra y la capilla románica, y desde lo alto entenderemos la posición estratégica de esta ciudad fronteriza.
A unos seis kilómetros al norte nos espera uno de los lugares más sorprendentes del viaje: la Reserva Natural Nacional Soos. Se trata de un área protegida de más de 200 hectáreas, declarada reserva en 1964, donde encontramos una gran turbera y marismas en el fondo de un antiguo lago salino que se secó.

Por allí emergen fumarolas (emanaciones de dióxido de carbono), pequeñas “chimeneas” de barro y manantiales minerales que han creado un paisaje que parece sacado de otro planeta.
Para recorrerlo, un sendero se levanta sobre pasarelas de madera, rodeado de suelos blanquecinos y charcas burbujeantes. Además del paseo, hay un pequeño museo de naturaleza, un geoparque y hasta estatuas de dinosaurios a tamaño real que encantan a los más pequeños y, admitámoslo, a nosotros también.




Cheb
Volvemos a la carretera para entrar en Františkovy Lázně, la más pequeña y compacta de las tres grandes ciudades-balneario del oeste checo. Sus pabellones clásicos, sus parques geométricos y su ritmo pausado nos invitan a dar un paseo sin mirar el reloj. Desde 2021, Františkovy Lázně forma parte, junto a Karlovy Vary y Mariánské Lázně, de la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO dentro del conjunto transnacional “Great Spa Towns of Europe”.
Es inevitable probar alguna de sus aguas minerales directamente en las fuentes con un inconfundible sabor a hierro. No muy agradable, pero, según nos explican, muy saludable. Y seguimos hacia nuestra última parada del día, otra de estas ciudades balneario: Mariánské Lázně.




Františkovy Lázně y Mariánské Lázně
Esta ciudad es famosa por sus más de cuarenta manantiales minerales, su tradición balnearia centenaria y por haber atraído a grandes figuras históricas como Goethe, Chopin, Kafka o el rey Eduardo VII. Una vez allí, podemos pasear por el parque hasta llegar a la Colonnade Principal, una estructura metálica de finales del XIX con techo de hierro y cristal donde el eco de los pasos parece formar parte de la arquitectura. Muy cerca, la Fuente Cantante ofrece un breve espectáculo de agua y música cada dos horas.

Se trata de un lugar ideal para alojarnos en hoteles-balneario clásicos del siglo XIX, muchos de ellos con piscinas termales, tratamientos de spa y habitaciones con vistas al parque. Quizás te sientas tan relajado que te apetezca quedarte algún día más. El ritmo del viaje lo marcas tú, así que no te sientas culpable por dejar el coche aparcado un par de días y simplemente disfrutar.
Día 3: un balneario muy especial, un castillo imponente y un monumento natural sorprendente

El tercer día lo empezamos cerca, en la ciudad de Kynžvart, que está situada en el entorno boscoso del bosque de Slavkov. Este enclave es famoso por su balneario, que está especializado en tratar a niños con enfermedades respiratorias, de piel o renales, aunque actualmente no es posible visitarlo.
También en esta ciudad encontramos el Palacio de Kynžvart, una residencia aristocrática con orígenes renacentistas (finales del siglo XVI) transformada en un elegante palacio de estilo Imperio entre 1821 y 1836 por orden del canciller austríaco Klemens von Metternich. Hoy conserva una valiosa biblioteca histórica y un parque que se abre hacia el bosque.

Loket - Foto: Libor Sváček
Tras esta inmersión en la cultura balnearia imperial, ponemos rumbo a Loket, uno de los pueblos más fotogénicos del viaje. Su casco histórico se alza sobre un promontorio rocoso, rodeado casi por completo por el meandro del río Ohře, que aquí se encaja entre bosques y colinas. El castillo de Loket domina el conjunto con una silueta rotunda y almenada, y se puede visitar para ver salas históricas, exposiciones curiosas y, sobre todo, unas vistas magníficas del valle.
De Loket seguimos el curso del Ohře hasta llegar a uno de los grandes iconos naturales de la región: Svatošské skály. Este “pueblo” de roca granítica se formó cuando el río fue excavando un profundo cañón en el macizo de granito de Karlovy Vary entre Loket y Doubí. Con el tiempo, la erosión del viento, el hielo y la lluvia fue separando grandes masas rocosas y moldeando pilares y agujas de aspecto casi escultórico.

Un sendero señalizado recorre el tramo junto al río, permitiendo aproximarse a los grupos rocosos, bautizados con nombres como “el novio”, “la novia”, “los músicos” o “la suegra” según la leyenda local. Desde 1933 están protegidos como monumento natural y desde 2007 forman parte de un monumento natural nacional.
Por la tarde llegamos a Karlovy Vary, capital histórica del termalismo checo y segundo gran vértice del “triángulo balneario” declarado Patrimonio Mundial. Puedes recorrer sus columnatas (la del Molino, la del Mercado, la del Parque) probando distintas aguas minerales con temperaturas y sabores de todo tipo.




Karlovy Vary
Caminamos junto al río Teplá, nos dejamos tentar por las obleas oblátky y, si queremos una vista de conjunto, te animamos a subir en funicular hasta la Torre Diana, desde donde se domina el mar de tejados y los bosques que rodean la ciudad.
Karlovy Vary es uno de los lugares más mágicos de Chequia y es fácil entender los motivos. Termina el día con un baño termal o simplemente un paseo nocturno bajo las luces de las columnatas.
Día 4: montaña, vida rural y barroco

Hoy toca una jornada variada. Salimos de Karlovy Vary rumbo a los Montes Metálicos y nos dirigimos primero a la torre mirador de Krásno. Esta torre de piedra, de unos 25 metros de altura, se construyó entre 1933 y 1935, en plena crisis económica, como proyecto para dar trabajo a los vecinos de la zona. Se alza a 777 metros sobre el nivel del mar, en pleno bosque de Slavkov, justo en el centro del triángulo formado por Karlovy Vary, Mariánské Lázně y Františkovy Lázně.
Su escalera de caracol exterior, visible desde lejos, convierte la subida en una pequeña experiencia arquitectónica. Desde arriba, el paisaje de bosques, colinas y antiguos distritos mineros se abre en todas direcciones.
Continuamos hacia Jáchymov, antigua localidad minera donde primero se explotó plata y, más tarde, uranio. De aquí procedía parte del mineral con el que Marie Curie investigó el radio, y hoy la ciudad es un balneario especializado que utiliza aguas radiactivas naturales en tratamientos controlados, así que no hay motivo de preocupación. El contraste entre su pasado minero y su presente termal se aprecia en la mezcla de arquitectura industrial, villas históricas y los edificios del balneario.

La visita merece la pena, sobre todo por su historia singular y porque forma parte de la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Eso sí, conviene tener en cuenta dos cosas antes de ir: no es el destino más accesible de la región y en algunos espacios, especialmente los museos locales, la información puede estar solo en checo. Así que conviene preparar la visita con antelación.
Seguimos hasta Boží Dar, uno de los pueblos habitados más altos de Chequia, muy popular en invierno por sus pistas de esquí de fondo, pero también interesante en verano por el sendero de la turbera: una pasarela de madera que recorre una zona de humedales y vegetación típica de altura.

Terminamos el día en Manětín, a unos kilómetros al norte, ya en un paisaje de colinas de origen volcánico y bosques poco habitados. El pueblo es conocido como la “perla barroca de Bohemia del Oeste”, y el apodo no es exagerado. El Palacio de Manětín, residencia de la familia Lažanský, domina la plaza, rodeado de un parque romántico y de un conjunto de esculturas barrocas, obra de escultores como Štěpán Borovec y su discípulo Josef Herscher.
Tras un devastador incendio en 1712, el conjunto fue reconstruido en pleno auge barroco, y desde entonces el pueblo conserva una armonía casi teatral. Pasear al atardecer por la plaza, con el palacio delante y las esculturas recortándose en la luz suave, es uno de esos momentos silenciosos que se quedan grabados.
Día 5: una última dosis de historia y naturaleza

Llegamos al último día de ruta, pero todavía nos queda mucho por ver. Salimos de Manětín rumbo a Rakovník, una ciudad situada a pocos kilómetros al oeste de Praga. Su centro histórico conserva casas señoriales, restos de fortificaciones y una plaza que fue escenario de historias que el escritor Zikmund Winter recreó en sus relatos sobre la vida urbana en los siglos pasados.
Es un buen lugar para un paseo tranquilo, un café y un vistazo a sus iglesias y puertas medievales antes de continuar hacia el último gran hito del viaje: el castillo de Křivoklát.
Enclavado en medio del bosque del mismo nombre, este castillo gótico fue durante siglos residencia de caza y fortaleza real. Desde sus murallas y la gran torre cilíndrica se domina un valle boscoso que hoy forma parte de una amplia área protegida. Dentro podemos recorrer salas con colecciones de caza, una biblioteca histórica y una antigua prisión. Tras la visita, solo nos queda poner rumbo de vuelta a Praga, a poco más de una hora en coche.
Cerramos así un road trip que nos ha llevado por un castillo renacentista poco conocido, la cuna de la cerveza Pilsner, paisajes prehistóricos, el triángulo de las ciudades-balneario declaradas Patrimonio Mundial, formaciones graníticas esculpidas por el río, montes mineros o una joya barroca escondida en un valle. No está mal para cinco días, ¿verdad?
Y si queréis seguir conociendo el país por carretera, encontraréis más propuestas en "Rutas en coche por Chequia", publicadas en la web oficial de Visit Czechia.



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