Si bien el Valle del Loira acapara los focos con sus grandes castillos y sus gigantes vinícolas, tales como Sancerre y Vouvray, la autenticidad del viaje a menudo se encuentra en enclaves menos conocidos. Hoy exploramos el Loira Atlántico para desvelar dos denominaciones: Jasnières y Fiefs Vendéens.
Estas regiones, aunque modestas en tamaño, están caracterizadas por la calidad de sus vinos, lo que las convierte en destinos de interés para el viajero que busca autenticidad y excelencia. La clave de estos terroirs reside en su historia geológica y en la conexión directa que mantienen con sus productores. Estos vinos son un componente fundamental del patrimonio vinícola del Loira Atlántico.
Jasnières: El viñedo más pequeño del Loira

La denominación vinícola de Jasnières es un referente de calidad, a pesar de operar en un contexto de producción extremadamente limitado. Se le conoce a menudo como el viñedo más pequeño del Loira. Su extensión apenas alcanza las 70 hectáreas cultivadas, restringidas a una única ladera de 4 km de longitud entre Lhomme y Ruillé-sur-le-Loir. No obstante, su tamaño reducido no compromete su reputación, siendo responsable de la producción de vinos blancos históricos y muy valorados.
Y es que la Denominación de Origen Controlada (AOC) se estableció formalmente en 1937, consolidando un prestigio que ya era bien conocido. Históricamente, sus vinos blancos, elaborados exclusivamente con la variedad Chenin Blanc (la única permitida), eran tan cotizados que se documenta su consumo en la corte del rey Enrique IV. Si bien la provincia de la Sarthe es mundialmente famosa por el evento de motor de las 24 Horas de Le Mans, Jasnières demuestra que la región es igualmente competitiva en el ámbito vitivinícola, produciendo uno de los blancos más antiguos y respetados del valle del Loir.
El terroir de Toba y la capacidad de guarda

La singularidad del Jasnières nace de su terroir. La Chenin Blanc crece en suelos compuestos por una mezcla de arcilla y sílex, que reposan sobre la roca caliza local, la toba (tuffeau). Esta formación geológica no solo impregna el vino con notas minerales distintivas (a menudo descritas como pedernal), sino que también ha facilitado la excavación de bodegas subterráneas, las cuales garantizan condiciones idóneas para la conservación.
La combinación del suelo y la orientación meridional de las laderas otorga al Chenin Blanc una notable capacidad de guarda. Aunque el vino se disfruta en su juventud por su frescura y notas afrutadas (membrillo, acacia, espino), su estructura ácida le permite evolucionar a lo largo de décadas. Tras periodos de guarda prolongados, puede manifestar aromas complejos a corteza y miel, consolidando una longevidad excepcional para un vino blanco seco.
Enoturismo en Jasnières




Jasnières - Fotos: Pascal Beltrami
La mejor forma de sumergirse en esta cultura vinícola es visitando a los productores. Viticultores como el Domaine Lelais abren sus puertas para que los visitantes puedan explorar sus bodegas históricas excavadas en la toba, una experiencia cultural enriquecedora.
Para los viajeros más activos, existe un atractivo circuito en bicicleta de 16 km que serpentea entre las colinas y los viñedos, promoviendo el descubrimiento del patrimonio local. El recorrido culmina, naturalmente, con una cata de los vinos AOC Jasnières. En la mesa, el perfil seco, vibrante y mineral del Jasnières es el complemento perfecto para las especialidades de la Sarthe: la famosa Charcutería local, los quesos de cabra de la región y, especialmente, las ricas Rillettes du Mans.
Fiefs Vendéens: Influencia atlántica y diversidad de terroirs

Dirigiendo nuestra atención al oeste, cerca de la costa atlántica de la Vendée, encontramos la denominación Fiefs Vendéens, cuyo perfil enológico está marcadamente influenciado por el océano. Formalizada como AOC en 2011, esta región conjuga una historia vitivinícola antigua con una identidad contemporánea. Fiefs Vendéens se distingue por su complejidad y versatilidad, produciendo una variada gama de vinos rosados, blancos y tintos de carácter singular.
La extensión total de los viñedos asciende a unas 500 hectáreas. Es notable que su producción se reparte en cinco crus o subdenominaciones geográficas, cada una con un suelo y un microclima distintos, lo que da lugar a la diversidad enológica. La zona abarca desde la fachada marítima, cerca de Les Sables-d'Olonne, hasta áreas interiores.
La geología de transición permite esta riqueza. Destaca el cru Brem, por su cercanía costera, que impregna sus vinos blancos (Chenin y Chardonnay) con una característica salina y yodada, gracias a sus suelos de esquistos y aluviones. Mareuil es el subterritorio más grande y es conocido por sus tintos estructurados y rosados afrutados. Le siguen Chantonnay, Vix y Pissotte, zonas de interior con suelos que incrementan la complejidad.
Un dato curioso que subraya su historia: la denominación debe su nombre al Cardenal Richelieu, quien fue obispo de Luçon en el siglo XVII y un gran defensor de la promoción vitivinícola en sus dominios. Por ello, la zona fue reconocida en 1951 bajo el nombre de Anciens Fiefs du Cardinal.
Uvas con sabor a mar y enoturismo sostenible




Bodegas Mourat - Fotos: Simon Bourcier
La diversidad de Fiefs Vendéens se traduce directamente en la mesa. El Brem Blanco, con su perfil salino y vivaz, es el compañero perfecto para los productos marítimos, como las sardinas a la parrilla de Saint-Gilles-Croix-de-Vie. Es una combinación gastronómica ineludible.
Para los amantes de los tintos, el Mareuil Tinto, de estructura media y notas de fruta roja (elaborado con variedades como Pinot Noir, Cabernet Franc, Gamay y la autóctona Négrette), es el contrapunto ideal para el robusto jamón de Vendée acompañado de mogettes (judías locales a la parrilla). Por último, el Rosado de Vix es una opción fresca y afrutada esencial durante el consumo estival.
Si se busca una experiencia enoturística de vanguardia, los Viñedos Mourat, en el corazón de Fiefs Vendéens, han desarrollado un programa que integra la tradición con la sostenibilidad. Lejos de las experiencias estandarizadas, la exploración de la propiedad se realiza mediante vehículos eléctricos o bicicletas a lo largo de un circuito de 20 km.
Acompañado por guías, el itinerario incluye puntos de interés histórico como el Château Marie du Fou. La actividad culmina con un almuerzo campestre de productos locales y una visita a las bodegas Mourat, donde se descubren los secretos de estos vinos atlánticos y se disfruta de una degustación de sus principales cuvées.
En resumen, Jasnières y Fiefs Vendéens ofrecen una alternativa enriquecedora a los circuitos enológicos más transitados del Loira. La visita no solo permite apreciar la calidad de sus blancos de Chenin de larga guarda o la diversidad atlántica de sus tintos, rosados y blancos, sino que también facilita la interacción directa con viticultores comprometidos con la tradición y la sostenibilidad. Algo que en Descubrir siempre nos encanta.

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