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Con la llegada del invierno, el termómetro abraza temperaturas bajo cero y el frío se apodera de los reducidos días. Así que lo que más apetece y lo que mejor sienta son los guisos calentitos, pues ayudan a entonar,  alimentan y, además, reconfortan el cuerpo y el alma. Por suerte, el recetario patrio rebosa propuestas, especialmente en la zona norte, donde los guisos y los cocidos tienen un gran protagonismo, lo que conlleva que sacar la cuchara sea un auténtico deleite Saboreamos los cinco más típicos del norte de España.

Caldo gallego, Galicia

Caldo gallego

Cuando el mercurio de los termómetros desciende, en Galicia se encomiendan a este plato de cuchara. Se trata de una receta que trae a la mente el caldo verde portugués por su tonalidad verde y porque comparte algunos ingredientes como las patatas y la col rizada.

Además, lleva repollo, grelos, alubias blancas, manteca de cerdo, chorizo, jamón o tocino. Como mejor sabe es servido en una ‘cunca’, es decir, una cazuela de barro, pues le otorga un toque rústico y, además, mantiene su temperatura.

Cocido montañés y lebaniego, Cantabria

Cocido montañés – Foto de Jorge Sanz

En el recetario cántabro habitan dos cocidos muy típicos: el montañés y el lebaniego. El primero, también conocido como puchera montañesa, incorpora como ingredientes principales las alubias blancas y las berzas. Dichos ingredientes se acompañan con lo que los cántabros llaman el ‘compagno’, es decir, una mezcolanza de contundentes productos derivados del cerdo como la morcilla, el chorizo, el tocino y la costilla, y se degustan en conjunto y calentitos. Un plato que, sin duda, ahuyenta el frío y no deja con hambre.

Por su parte, el cocido lebaniego, típico de la comarca que le da nombre, incluye garbanzos, mejor de la variedad pedrosillano. Y,  diferencia del anterior, los acompañantes se degustan por separado. Así, tal y como nos explican en la web de turismo de Liébana, “se comienza disfrutando de una sopa de cocido, contundente como manda la tradición y bien untuosa.

Le siguen sus garbanzos, que comparten espacio en la fuente con un sabroso repollo hervido y salteado con ajos y pimentón en buena grasa de cerdo. Por último, el ‘matacío del chón’, es decir, morcilla, costilla adobada, chorizo, tocino, hueso, oreja, morro y punta de jamón. También se le suele añadir un trozo de cecina de oveja o cabra, un pedazo de carne de morcillo y el relleno, una masa frita y cocida en un caldo de miga de pan, huevo, tocino, chorizo, ajo y perejil”.

Fabada, Asturias

Fabada asturiana

No hay plato más representativo del recetario asturiano que la fabada, con permiso del cachopo. Y es que esta receta de cuchara, que también ocupa un hueco destacado en las mesas del resto de nuestra geografía, no solo está deliciosa, sino que se perfila una excelente opción para ahuyentar el frío invernal.

El ingrediente estrella son las fabes, que los asturianos consumen desde el siglo XVI, las cuales se hacen acompañar de chorizo, cerdo y morcilla. Contundente, rico y, eso sí, calórico, pero a la fabada no le podemos recriminar nada.

Patatas a la riojana, La Rioja

Patatas a la riojana.
Fuente: Flickr.

Ahora recalamos en La Rioja, donde hay una propuesta que no falta cuando se estrena el invierno: las patatas a la riojana. Se trata de un guiso muy simple, ya que compuesto por ingredientes tan humildes como las patatas, el chorizo, el pimiento choricero, la cebolla, el ajo y el pimentón. El desenlace es un homenaje a la sencillez gustativa y todo un éxito entre los paladares.

Butifarra con alubias, Cataluña

Butifarra con alubias

Este clásico del recetario catalán, que ya gozaba de una enorme popularidad en el siglo XIX tanto en las fondas como en las mesas locales, quita el frío como pocos. Conocido en Cataluña como ‘botifarra amb mongetes’ o ‘botifarra amb seques’, está compuesto por butifarra frita y alubias blancas o mongetes cocinadas en la grasa resultante del embutido.

No obstante, existen diversas variantes de esta receta, siendo las más populares las que le incluyen dados de jamón o tocino e incluso níscalos. Sin duda, un plato que constituye una apuesta segura a la hora de hacer acopio de reservas y entonar el cuerpo.