Cuenta la leyenda que una noche Homero se apareció en sueños a Alejandro Magno para indicarle el lugar en el que debía fundar una ciudad en el Delta del Nilo. El autor de La Ilíada recitó un pasaje que hacía referencia a la isla Faros y Alejandro no tardó en localizar aquel lugar y encargar a su arquitecto Dinócrates que trazara una ciudad.
23 siglos más tarde, buena parte de los viajeros que llegan a Alejandría siguen buscando este origen legendario cuando recorren la ciudad. Pero Alejandría no vive (solo) en el pasado como otras zonas de Egipto entregadas a la exposición (y explotación) de su venerable historia: Alejandría no rehúye sus orígenes, pero también sabe disfrutar de su presente como la ciudad más cosmopolita del país.
Alejandría, el faro del Mediterráneo

Hace unas pocas semanas, los responsables del programa PHAROS que tiene por objetivo recuperar el mítico faro de Alejandría, sacaron de las aguas del Mediterráneo los restos de las puertas de aquella estructura que se convirtió en una de las siete maravillas del mundo antiguo.
Es un capítulo más en el intento de comprender la historia y la destrucción del faro que iluminó durante más de 1500 años la costa de la ciudad. Porque si bien aquel faro se encargaba de guiar a las embarcaciones que llegaban a uno de los puertos más importantes del Mediterráneo durante siglos, también se terminó por convertir en el símbolo de la ciudad como capital del conocimiento... gracias, especialmente, a su biblioteca.
Nunca sabremos con exactitud cuál eran las verdaderas dimensiones de aquel edificio ni el número de volúmenes que custodiaba, pero todo hace indicar que aquella biblioteca fue la primera del mundo occidental en aspirar a un maravilloso imposible que ni siquiera Internet ha logrado 2.000 años más tarde: almacenar en el mismo espacio todo el conocimiento humano.

Desde luego, no pudo registrar todos los libros del mundo (como soñó Borges en su relato), pero fue la biblioteca más prestigiosa del mundo antiguo lo que convirtió a Alejandría en lugar de peregrinación para miles de intelectuales que deseaban recorrer los pasillos del mayor centro cultural de su tiempo.
Como ha sucedido con el faro, también se elaboró un proyecto para tratar de recuperar este emblema de la antigua Alejandría. Con el apoyo de diversos países y la propia Unesco se fundó en el Puerto del Este la nueva Bibliotheca Alexandrina que abrió sus puertas en 2002 con un diseño del estudio de arquitectura noruego Snøhetta: contaba con la sala de lectura con mayor capacidad del mundo (hasta la apertura en 2024 de la biblioteca de Pekín, obra también de Snøhetta) y la posibilidad de albergar cuatro millones de volúmenes.
Un paseo por la Corniche de Alejandría

Pero tal vez el edificio más fotografiado de la actual Alejandría sea el fuerte de Qaitbay por su impresionante ubicación en el lado occidental del puerto, en lo que fue en su día la mítica isla de Faro que ha terminado por perder su condición de isla uniéndose a tierra.
Esta fortaleza, es de hecho, la heredera del faro de Alejandría ya que no solo ocupó el lugar de aquella estructura, sino que aprovechó muchos de los bloques de piedra de sus cimientos para su construcción.
Fue a finales del siglo XV cuando el sultán Al-Ashraf Sayf al-Din Qa’it Bay (o Qaitbay) decidió construir este fuerte como parte esencial de su sistema defensivo contra el Imperio otomano que comenzaba a expandirse por el Mediterráneo. Siguió siendo una importante estructura defensiva de la ciudad hasta finales del XIX, cuando los británicos se hicieron con el control de Egipto.

Y a un paso de Qaitbay, otro edificio que representa el esplendor musulmán de Alejandría: la mezquita de Abu al-Abbas al-Mursi que tiene su origen en el siglo XIV pero que fue rediseñada en el XX convirtiéndose en una de las mezquitas más veneradas del país.
Puede decirse que la fortaleza de Qaitbay es el inicio de la Corniche de Alejandría, el paseo costero que recorre el centro y la zona oriental de la ciudad y que, poco a poco, nos va alejando de la historia legendaria de la ciudad y adentrándonos en su brillante presente como la ciudad más moderna de Egipto.
Pasando el actual edificio de la Biblioteca de Alejandría, continúa la Corniche: tal vez no sea el paseo más silencioso del mundo ya que por aquí transcurre también El Geish Road pero es la mejor manera de disfrutar del perfil costero de Alejandría.
Abundan los restaurantes y los hoteles en esta zona de la ciudad que en verano se convierte, también, en el principal destino turístico de los habitantes de El Cairo: no es que la circulación en Alejandría sea mucho mejor que en la capital, pero al menos tiene mar, piensan muchos cairotas...

De camino a las playas más famosas de Alejandría, una parada en el Puente de Stanley, una estructura de unos 400 metros de longitud que es uno de los más nuevos iconos arquitectónicos de la ciudad a pesar del estilo historicista de sus torres. Terminado en 2001 se trata de un hito en la ciudad al ser el primer puente construido sobre una de las casi 30 bahías que tiene la ciudad.
Y en el extremo oriental de la Corniche, dos visitas que merecen la pena por ilustrar la faceta contemporánea de la ciudad. Por un lado, el Palacio de Montazah, terminado a principios del siglo XX y que llegó a ser residencia de verano de Hosni Mubarak, presidente de Egipto durante tres décadas.
Y junto al palacio, la playa de El Mamurah, una de las más frecuentadas por locales y turistas. Fuera ya del centro de Alejandría, esta zona residencial nos muestra la vertiente más actual de una ciudad que nos recuerda a cada paso que Egipto es mucho más que su etapa faraónica, aunque a veces pensemos que este país no tiene presente y todo gira en torno a su fascinante historia.
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