Existen muchos elementos propios de la era digital que nos parecen fascinantes: tecnología de primera con propuestas de entretenimiento híper envolventes que nos adentran en experiencias sin precedentes. Pero hay algunas cosas que con el tiempo no han cambiado, y una de ellas es la fascinación por la suerte y el azar.

Dicha fascinación se remonta a siglos atrás, cuando la sociedad estaba envuelta en mitologías y augurios que tenían tanta relevancia en las decisiones de una comunidad, que se creía que podían llegar a cambiar el curso de una vida. Podría decirse que se trataba de creencias que funcionaban para ordenar el caos y controlar la incertidumbre; una búsqueda que parece permanecer intacta hoy en día.

Pero el factor de suerte también está muy ligado al rico universo del entretenimiento, aunque aquí sí podemos ver notorias diferencias entre el pasado y el presente. Qué pensarían las civilizaciones antiguas de las modernas tragaperras con jackpot. El viaje de los antiguos augurios hacia los algoritmos es bien interesante y revela mucho de la psicología de los humanos.

Oráculos y señales divinas: los orígenes del azar

En las primeras civilizaciones, el azar no era un simple resultado, como podría entenderse hoy en día. Era más bien, un mensaje cargado de divinidad que llegaba a la sociedad para ser interpretado. En la Antigua Grecia, por ejemplo, el oráculo era una figura trascendental que traía a los griegos información clave para la toma de decisiones en el plano político, militar y hasta personal.

Eran señales del destino, mensajes de un lenguaje divino acompañadas de rituales. Pero la sociedad griega no fue la única en interpretar el azar para decodificar mensajes de un más allá. En China, los humanos generaban azarosamente combinaciones numéricas con varillas y números que luego eran interpretados.

Los pueblos nórdicos lanzaban al suelo piedras talladas con símbolos del antiguo alfabeto que luego interpretaban según la posición en que hubieran caído. Los significados estaban supeditados al capricho del azar, pero el azar para ellos no era solo un fenómeno aleatorio, sino una forma de interpretar el contexto. Faltaba, todavía, para que la suerte emergiera como un componente lúdico. 

De lo espiritual a lo recreativo


El pasaje de la suerte como un componente espiritual a un componente recreativo se dio de la mano de los objetos que formaban parte de los rituales de las comunidades. Los huesos, los dados, las tablillas, eran elementos que servían para invocar la voz de los dioses, pero poco a poco comenzaron a ser utilizados para diversión. Es fascinante pensar que, para esa época, los dados ya eran un elemento de ocio.

En la Roma del Imperio, los dados eran un común denominador del entretenimiento en campamentos de soldados y tabernas. Comenzaron a aflorar las apuestas y cierto espíritu competitivo. En Europa, el azar en el juego aparece con las primeras cartas durante el siglo XIV, la ruleta en el siglo XVII, y las loterías públicas en la Italia del siglo XV; mismo período de la historia que vio nacer los secretos de la Capilla Sixtina.

El azar deja de ser solamente utilizado como la vía de comunicación con lo etéreo, para pasar a ser un elemento propio del entretenimiento, del encuentro tangible con otros. Este viraje marcó un punto de inflexión en la historia, pero no torció la fascinación que los humanos tuvieron y todavía tienen frente al efecto sorpresa que desenlaza la incertidumbre.

Una llegada al algoritmo

Es difícil de imaginar cómo la historia transitó lugares tan distintos en cuanto a creencias y costumbres. El azar atraviesa la historia, pero sin duda ha ocupado funciones de lo más diversas: comenzamos con los augurios divinos para pasar al nacimiento del juego moderno y ahora llegar a un territorio que nos resulta bastante más familiar: el territorio del azar en el algoritmo.

Las primeras máquinas tragaperras aparecieron en el siglo XIX y ocuparon un rol preponderante en la industria de juego que abrió la puerta de los primeros casinos físicos. Pero la llegada del entretenimiento digital generó una verdadera revolución y diversificó la oferta de ocio a una escala global. Ahora, las tragaperras se encuentran en formato online y se rigen por algoritmos.

De hecho, existe un sistema denominado RNG (Generador de Números Aleatorios) que se encarga de emitir resultados totalmente azarosos en las partidas de juegos de azar online. Esta es su función mecánica, pero podríamos pensar que su función social es la de emitir la ilusión de suerte.

El componente de suerte que deslumbraba a las antiguas civilizaciones tiempo atrás se ha suplido por un sistema RNG que activa el mismo circuito de fascinación en los jugadores online. Las comunidades mutan y las narrativas cambian, tal vez algo del orden del misterio se haya opacado con los años, pero la fascinación por la suerte sigue latiendo fuerte.