En la vibrante y nostálgica Oporto, la esencia bohemia, el encanto de la dulce decadencia y la permanencia de lo histórico tratan de convivir con la inevitable transformación y modernización de su tejido urbano y comercial. Sin embargo, en los últimos años muchas tiendas tradicionales han tenido que bajar la persiana, como es el caso de la mítica Mercearia do Bolhão, de 1880.

Para proteger este patrimonio cultural, social e histórico se creó el programa Porto de Tradição, que ya ha reconocido hasta 108 establecimientos que representan con su fuerte espíritu colectivo el alma de toda una ciudad. Estos son solo algunos de ellos, negocios únicos con personas luchadoras, generaciones trabajadoras y trayectorias que tejen la idiosincrasia de un Oporto que no debe desaparecer.

Casa Hortícola

Corría el año 1921 cuando Antonio Moreira da Silva fundó Casa Hortícola. Era tal su conocimiento botánico que se decía que podía asegurar de qué especie procedía cualquier planta tan solo mostrándole un esqueje. A su muerte, António Ferreira de Sousa, que trabajó con él desde los 11 años, fue quien siguió tras el mostrador, y hasta el día de hoy, con 95 años, sigue recibiendo a vecinos y turistas con su elegancia, sencillez y educación.

La casa hortícola más antigua de Portugal llegó a hacer envíos al resto del país y al extranjero. Sacos llenos de semillas, plantas y bulbos que se exhiben y se guardan con celo entre su mobiliario original. El espacio también esconde algunas sorpresas, como una pequeña fuente, la firma de los tres socios originales enmarcada en su pared o la decoración de estas, que mantienen el recuerdo de una antigua charcutería.

BFG - Ferragens e Decoraçao

La estrecha puerta de este negocio del barrio de Bolhão desemboca en lo que a primera vista es una ferretería. Entre las estanterías, cajones y vitrinas que llevan ocupando el lugar desde su apertura en el año 1900 por Bernardino Francisco Guimarães, cuatro mujeres - además de Miguel, que las acompaña desde hace medio siglo - despachan desde pomos hasta martillos a su clientela, que también tiene la suerte de poder comprar en línea.

Alexandra Oliveira, cuarta generación, tomó las riendas en 2002 y decidió utilizar el almacén para ampliar el negocio a la venta de muebles de segunda mano. Y como no hay dos sin tres, también utilizó el espacio del patio trasero, con la chimenea de una antigua refinería de azúcar mostrando su pasado industrial, para montar una cafetería con almuerzos de gran fama entre trabajadores y vecinos de la zona.

Escovaria de Belomonte 1953

Cuando entro a esta estrecha y pequeña tienda de la empinada Rua de Belomonte, Rui Rodrigues, bisnieto del fundador, está atareado creando contenido para redes sociales. Las modernidades no le son ajenas a un negocio que inició su andadura en 1927 elaborando cepillos a mano para vecinos y otras tiendas. Ahora, la que llegó a ser la única tienda de su clase en la península ibérica, ofrece un abanico de productos abrumador.

En la pequeña tienda se vende una producción hecha totalmente a mano que cuenta con los clásicos cepillos para ropa o calzado, pero también para lustrar oro, lavar queso o exfoliar el rostro, además de un largo etcétera. Desde crin de caballo hasta pelo de cabra, el taller que sucede a la tienda guarda un ordenado y orquestado caos de pedidos para particulares y fábricas, además de reparaciones, cuyo proceso artístico deja embelesado a más de un curioso.

Santos & Irmãos, Lda.

Basta con asomarse a la puerta de esta pequeña casa para ver un espectáculo único. Sobre una enorme mesa, original de la fundación de Santos e Irmãos en 1858, se lleva a cabo un arte casi extinguido: el de dorar marcos y otros objetos con pequeñas láminas de oro. En aquella época, los hermanos António y José dos Santos vieron una oportunidad en la falta de profesionales que realizasen marcos, así que pronto su negocio tuvo un gran éxito y se diversificó.

Imaginería religiosa, dorado de capillas, restauración de muebles, marcos de todos los modelos imaginables para museos, artistas y hogares… la lista de trabajos que ya elabora su sexta generación es larga, y su calidad altamente reconocida en todo el país. Su máxima, que es la de respetar la historia de la pieza, cuidándola pero conservando la marca del paso del tiempo por ella, puede observarse en las piezas que cuelgan en las paredes de este taller bajo la atenta mirada del retrato de su fundador.

Armazém dos Linhos

Cuando la mítica tienda estuvo a punto de cerrar en 2011, Filipa Pinto convenció a su hermana Leonor para adquirirla. La antigua sastrería, que vendía tela estampada por metro a otras empresas, ahora está abierta a todo particular que quiera comprar su producto de calidad. Desde ropa de bebé hasta tapizados de sillas, cualquier objeto, prenda o trabajo que pueda hacerse con tela existe en este lugar. Ojo, decidirse es más complicado de lo que parece.

La chita de Alcobaça, un tejido que los portugueses trajeron de la India, conforma gran parte de los estampados que las hermanas quisieron recuperar y reinventar en forma de monederos, fundas, libretas y todo tipo de complementos. En este gran espacio, donde los rollos de telas ocupan las paredes del suelo hasta el techo, también se organizan talleres de costura para aprovechar al máximo la belleza de sus tejidos.

Oficina dos Violinos

La pareja que forman Filipa y Miguel Mateus va más allá del amor. Esta entrañable dupla, ligada a estos instrumentos de cuerda por generaciones anteriores, abrió su propia tienda y taller de violines en 2013. Aunque no forma parte del programa Porto de Tradição, su oficio es tan longevo y su pasión tan inmensurable que no hay duda que en un futuro su nombre aparecerá en la lista. Sentados los dos frente a su taller y rodeados de violines, se puede ver el brillo en sus ojos cuando hablan de sus instrumentos.

Miguel, apasionado por el arte de la luthería, viajó a otras ciudades para aprender ese arte. Filipa, por su parte, no solo se enamoró de él, sino que se contagió de su fervor por los violines y se formó para crear junto a su esposo un binomio perfecto que emana cariño por el oficio. El montaje y reparación de los violines se complementa con una línea propia, Mateus Portus Cale, que se construye de cero en su taller y que tiene como acabado un barniz aderezado con vino de Oporto.