Dos regiones, dos formas de entender la montaña y una misma pasión por la naturaleza, la cultura y las tradiciones. En el sur de Polonia, Zakopane se alza como la capital invernal del país, donde el arte, el esquí y la arquitectura de madera se funden en un estilo único. Más al este, en la frontera con Eslovaquia y Ucrania, los paisajes salvajes y poco transitados de Bieszczady nos invitan a perdernos entre poloninas, bosques centenarios y leyendas olvidadas. Este reportaje recorre ambos mundos, tan distintos como complementarios, para descubrir el alma montañesa de una Polonia que mira al sur con orgullo.

Zakopane: De pueblo minero, a balneario, estación de esquí y centro turístico

Foto: Manena Munar

Zakopane, a las faldas de los Montes Tatra, se dio a conocer cuando en el s. XIX el Doctor Tytus Chabulinkski eligió esta villa minera para levantar un balneario, al considerar sus condiciones excelentes para la cura de la temida tuberculosis. Los fines del doctor no fueron meramente curativos; a Chabulinski le tenía enamorado el pueblo montañero, su cultura y su folclore. Tanto que en 1903 se embarcó en la empresa de cofundar la Sociedad Polaca de los Tatra que tenía su lugar de reunión en Tatra Manor.

Allí disfrutaban de charlas, de ágapes y de su biblioteca, especializada en literatura “goralska” (montañesa). Los amigos del doctor, contagiados de su pasión, le honraron fundando el Museo de las Montañas Tatra. Y al poco de llegar Chabulinski, el pueblo se llenó de artistas y personas conocidas en la sociedad polaca de entonces que encontraron en Zakopane su lugar en el mundo.

Figuras de la categoría de Henryk Sinkiewicz (1905), autor de Quo Vadis, y Wislawa Szymborska (1996), ambos galardonados con el Nobel de Literatura, pasaron temporadas en el pueblo sureño.

Al igual que el compositor Karol Szymanowski, que dedicó a Zakopane su ballet Harnasie y hoy cuenta con su propio museo en Villa Atma, o los escultores Wladyslaw Hasior, que tiene su galería homónima, Antoni Rzasa y Antoni Kenar, a cuya escuela acuden los jóvenes a estudiar artes plásticas.

Estilo Witkiewicz

No se puede hablar de Zakopane sin mencionar al arquitecto Estanislao Witkiewicz, quien creó el exclusivo estilo de Zakopane, también conocido como estilo Witkiewicz, al pensar que: “Teniendo el privilegio de materiales como la madera y la piedra, ¿por qué hacer el mismo tipo de cabaña montañesa europea cuando la creatividad polaca y su naturaleza pueden y deben crear un estilo propio?”.

Su arquitectura define el pueblo desde que comenzó a ponerla en práctica, primero con la casa de verano del antropólogo Zygmunt Gnatowski, Villa Koliba, que hoy forma parte del Museo de los Tatras, en cuyo apéndice Villa Ozska se pueden ver algunas obras del hijo del arquitecto, Stanislaw Ignacy Witkiewicz, dramaturgo y escritor a la vez que pintor de creaciones psicodélicas.

A Villa Koliba le siguieron Villa Czerwony Dwor, donde vivieron los compositores Arthur Rubinstein y Karol Szymanowski. La capilla de Jaszczrurówka es una gema de su arquitectura montañera, al igual que la Iglesia de la Sagrada Familia con su capilla adyacente de San Juan Bautista.

Stanislaw Witkiewicz está enterrado en el Cementerio Peksow Brzyzek, el más antiguo de Zakopane. Un lugar entrañable con cruces de madera y esculturas talladas al estilo montañés, donde descansan personas ilustres del pueblo montañero.

Zakopane, un paraíso en Polonia para los amantes de la nieve
Zakopane es la capital del esquí en Europa y uno de los lugares más bellos si eres un amante de la naturaleza y la nieve. ¿Te vienes a conocerlo?

Brota el crocus, la primera flor del año

Foto: Manena Munar

Cuando en las montañas brota el crocus anunciando la primavera es el momento para los alpinistas de emprender ruta hasta llegar al pico de Giewont (1.895 m), el segundo en altura de los Tatra tras Kasprowy Wierch (1.987 m), y observar su cruz metálica de 15 m de altura. El sendero no puede ser más bonito.

La vida está despertando y los árboles empiezan a vestirse de hojas de arces o robles. Con suerte se podrán ver algunas de las especies protegidas, como la marmota, la cabra montesa, el águila real, y quién sabe si el oso marrón ha salido ya de su letargo invernal. Se pasa por prados donde está el campesino haciendo queso de oveja, acompañado por el perro pastor de los Tatra, el blanco y peludo mastín. O se puede optar por subir a uno de los lagos más hermosos del mundo, Morskie Oko (El Ojo del Mar) dentro del Parque Nacional de los Tatra.

Terminada la excursión, el pueblo espera para recompensar el esfuerzo del senderista. Y le abraza en su acogedora calle Kuprowki, vestida con casas de madera, tiendas de objetos montañeses y quioscos como el del queso de cabra ahumado típico de los Tatra, Oscypek. Calle cumplimentada por los tres mil habitantes de Zakopane, pero también por los tres millones que anualmente le visitan.

Momento de entrar en alguno de sus acogedores restaurante montañeses, a elegir entre Karczma Po Zbóju, U Fiakra, el tradicional Góralska Tradycja, Stek Chalupa, que ofrece carnes asadas al carbón, o STRH Bistro Art Café, de encantadora decoración y magnífica cocina. Lugares donde disfrutar de un buen codillo, la trucha pescada en el río Dunaj, o asados de carne, y donde la música en vivo está asegurada con canciones sentidas que la segunda quincena de agosto formarán parte del Festival Internacional de Folclore de las Montañas.

Alcanzando Kasprowy Wierch

Zakopane es el lugar de esquí por excelencia. De hecho, su Club de Esquí es el más antiguo de Polonia, fundado en 1907, y sus pistas se jactan de ser las mejores para los deportes de invierno.

En 1936 se construyó el teleférico que llegaba hasta el pico de Kasprowy Wierch y más tarde ese mismo año el funicular que alcanzaba la cima de Gubalówka, desde donde se abarca una excelsa panorámica del valle. Sin obviar su amplia oferta hotelera para acoger a los muchos esquiadores que la visitan en invierno.

Un ejemplo de ellos serían Hotel Belvedere Resort & Spa, cerca del Valle Dolina, Radisson Blue, de panorámica espectacular, el Rysy, un íntimo hotel de lujo en el centro de Zakopane o el Hotel Aquarion de acceso directo a Aqua Park Zakopane. También hay hostales entrañables como el Fachbud, con vistas al pico más alto de los Tatras occidentales, Kasprowy Wierch, fronterizo con Eslovaquia.

Bieszczady: Descubriendo el mundo de Tras los Cárpatos

Fotos: Manena Munar

Las montañas de Bieszczady dibujan una de las zonas más bellas y desconocidas del país. Polonia, a lo largo de la historia, ha sido un gran imperio, pero también ha desaparecido del mapa que últimamente se perfila según los límites de la nación definidos tras la Segunda Guerra Mundial. Estas notas buscan aclarar cómo el Voivodato Tras los Cárpatos, donde se encuentra el Parque Nacional de Bieszczady, el tercero más grande de Polonia, poblado por bosques de hayas, abetos blancos y plátanos falsos, ha pasado por diversas ocupaciones. Hogar ha sido de eslovacos, ucranianos, y de los grupos étnicos Lemko y Bojko.

Para la aristocracia polaca no pasó desapercibida esta bella región, en la que construyeron castillos y palacios. Rzeszów es la capital del Voivodato, donde está la Universidad Politécnica más antigua de Polonia, a la que hay que añadir desde 1977 un Centro de Entrenamiento de Vuelo, mientras que Lańcut fue fundada por Casimiro III el Grande en el s. XIV.

Su Castillo, construido en el s. XVI, es una verdadera joya de la cultura nacional, donde habitaron prominentes sagas polacas de las familias Lubomirski y Potocki. Por otro lado, la ciudad de Sanok cuenta con uno de los museos de iconos más completos de la religión ortodoxa, y un skansen (museo al aire libre) muy representativo del vivir de Tras los Cárpatos en el s. XIX.

Imprescindible recorrer la ruta de las iglesias ortodoxas de madera, cuyos interiores presumen de un bellísimo policromado con motivos eclesiásticos. Entre ellas se encuentra la de Smolnik (1791), Blizne (1470), Radruz o Chotyniec.

Poloninas otoñales

Es otoño y las peladas y ondulantes praderas de la montaña, llamadas poloninas, la de Carynska, Wetlinska, o Krzemien, se han vuelto trigueñas por la estación, a juego con las hojas de los árboles de los senderos de Bukowe Berdo o la Turbera de Tarnawa, que pintan un cuadro impresionista con tonos ocres, sienas y bermejos.

Colores que adornan las hayas y abedules que bordean el río San y el lago de Solina, el mayor embalse de Polonia que, si fue creado con fines técnicos, hoy sus 26 kilómetros salpicados por bahías y playas se llenan de bañistas, navegantes y pescadores. Bieszczady es un paraíso para los amantes de la equitación y del senderismo, que pueden disfrutar de innumerables rutas entre paisajes otoñales, buscar al lince, escuchar al lobo y con suerte tener el privilegio de saludar al bisonte europeo que campa en sus bosques.

Las leyendas de demonios y de ángeles flotan en el aire de la región; sus pícaras figuras de madera adornan bares y restaurantes. Si al término de la Segunda Guerra Mundial Bieszczady fue despoblada como castigo a la guerrilla que se escondía en los montes, actualmente es codiciada por artistas en busca de inspiración, por aquellos que quieren una vida serena rodeados de excelsa naturaleza.

Un escenario que ha motivado a la creación, dando autores teatrales de la categoría de Jósef Szajna o de Tadeusz Kantor, fundador de la escuela de teatro de la muerte, Cricot 2, cuya pieza magna es Wielopole, Wielopole en honor a Wielopole Skzynskie, lugar de su casa natal, convertida en su museo. Las obras de ambos artistas coinciden en una inmersión en lo más profundo de la conciencia, obligando al espectador a analizar la naturaleza humana.

Perderse entre los bosques

En lugares como Hotel Arlamów que, escondido en la frondosidad, cuenta con las últimas comodidades y ofrece una excelente cocina de los Cárpatos. Una recomendación especial a Villa Collis por la exuberancia de su entorno y la calidad de sus instalaciones, y a los magníficos apartamentos Villa Rústica al lado de la Marina. Delicias locales en Paweł nie całkiem święty donde cocinan la sopa agria Żurek, la trucha recién pescada, o carne a la brasa.

Las praderas peladas, los frondosos bosques donde aún habitan los míticos fabricantes de carbón vegetal, y los lagos de Duszatyn, que dice el saber popular se formaron en un abrir y cerrar de ojos tras unas lluvias torrenciales, son el escenario idílico para escribir, pintar, meditar o simplemente soñar.


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