El Corredor de Almansa es uno de los 17 pasos naturales que existen para acceder a la meseta central. Cualquiera que quisiera comerciar en los mercados del interior desde el mar Mediterráneo tuvo que pasar por aquí. Esta estratégica situación le ha regalado a Almansa y a los municipios que le rodean una buena colección de recursos patrimoniales y una importante actividad comercial que hace de esta comarca el motor económico del sudeste albaceteño.

Además de calzado, la industria que mejor se da a los almanseños es la del cultivo de la vid y la elaboración de vinos bajo las reglas de la Denominación de Origen Almansa. Municipios, bodegas y empresas de servicios turísticos se han unido bajo la marca Ruta del Vino de Almansa para crear una experiencia turística que ponga en valor un territorio por el que pasan millones de personas camino de las playas alicantinas, pero que pocos realmente conocen.

Naturaleza y enclaves históricos

Alpera - Foto de José María de Pablo

Como en cualquier otro lugar, la mayor riqueza de la Ruta del Vino de Almansa la vamos a conocer acercándonos a las personas que con su trabajo y pasión hacen de éste, un lugar único. Para ello, empezamos parando en las lagunas más visitadas de Albacete, y no precisamente porque tenga tres nombres reconocidos -Salobralejo, Lobralejo o Salobrejo-, si no por ser un centro de peregrinación de avistadores de aves de todo el mundo y “porque la vía del tren la atraviesa desde 1857”, cuenta con sorna Pablo Jutglá, colaborador de Dendros, cooperativa de iniciativa social que además de visitas guiadas, se dedica a hacer proyectos de educación ambiental.

Es muy normal ver por aquí oteadores con sofisticados telescopios buscando ejemplares de malvasía, patos buceadores como el porrón o a la colonia permanente de flamencos. “Cualquier momento del año es bueno para acercarse aquí” nos explica Pablo, mientras intentamos localizar aves entre los juncos que rodean esta laguna ubicada en Higueruela, uno de los municipios de la Ruta.

Al norte de este mismo pueblo visitamos uno de los complejos arqueológicos más importantes de los que se han encontrado últimamente en esta zona. Se trata de la Alquería islámica La Graja, un pueblo que fue hasta el año 1100 hogar de una humilde comunidad rural andalusí en la que se estima vivieron unas 500 personas dedicadas a la agricultura de secano y la ganadería ovina, un modo de vida alejado del glamour del Al-Andalus más cercano a los centros del poder.

“Lo más probable es que la lana de las ovejas de este poblado se vendiera a la industria manufacturera de alfombras de Albacete, en este tiempo productor de alfombras de fama mundial”.

Nos cuenta Jutglá, encargado también de las visitas guiadas a la excavación a la que aún le quedan dos campañas para seguir desenterrando casas y calles de siete codos de ancho, medida que responde a las recomendaciones constructivas de Mahoma para dejar espacio suficiente para el cruce de dos camellos. 

Dos son también las joyas de la corona de esta excavación arqueológica: la mezquita, cuyo mihrab no mira a la Meca, si no a Damasco, siguiendo los criterios de los omeyas cordobeses; y Lucera, la oveja vieja (de seis años) enterrada tras ser sacrificada hace mil años, un hallazgo excepcional por poco habitual.

Alpera, a 20 km al este, es un pueblo desconocido, pero tienen el honor de tener en su término un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se trata de la Cueva de la Vieja, uno de los conjuntos más representativos del arte rupestre levantino.

Descubiertas en 1910, en ellas se puede distinguir con claridad más de 200 figuras que representan hombres, mujeres y animales (ciervos, cabras, toros, caballos, carnívoros perros…) dibujados por cazadores-recolectores que habitaron esta zona entre los años 10000 y 6000 a.C. De todas las figuras, la más destacada por tamaño y calidad es la imagen de la vieja o chamán, alrededor del cual parece girar toda la iconografía.

Pintadas con óxido de hierro mezclado con huevo y usando pelos de animales como pincel, la obra ha sido recientemente restaurada y para visitarla hay que unirse a una de las visitas que se reservan a través de la oficina de turismo de Alpera.

Otra excusa para acercarse a Alpera es el Pocico de la Nieve, importante muestra de arquitectura de piedra seca, una infraestructura capaz de almacenar 1.700 m3 de hielo. Sin duda, uno de los neveros más grandes de España, y el mayor de Castilla-La Mancha.

Mientras el Pocico estuvo en funcionamiento, había a sus pies unas balsas en las que se formaba el hielo por la noche. Por la mañana, las placas se almacenaban bajo la gran cúpula de piedra sometida a una temperatura constante todo el año.

Rodeando al Pocico encontramos la vega donde se cultiva lo mejor del campo almanseño, principalmente vid, motor económico de Alpera, uno de los pueblos más vivos de la comarca.

No hay que dejar este lugar sin pasar por su parroquia, que alberga un trocito de lignum Crucis, la cruz de Cristo; y el parque de La Mejorada, un oasis de 12 hectáreas de pino carrasco y encinas, escenario de romerías y ferias como la dedicada a la caza y al vino en junio.

Pantano de Almansa - Foto de José María de Pablo

Otro paraje de gran interés es el Pantano de Almansa. Ubicado a medio camino entre ambas poblaciones, este lugar es de paso obligado para quienes gusten de las actividades en la naturaleza. Además de senderos interpretados, observatorios de fauna, el lugar cuenta con un centro de actividades acuáticas.

Las orillas del pantano fueron durante la Guerra Civil el lugar de una línea de defensa de la República. Testigos de esa época son los nueve búnkeres que se conservan aún.

Almansa, una ciudad a la sombra del castillo

Castillo de Almansa - Foto de José María de Pablo

Rematando el puntiagudo cerro del Águila en medio de la llanura, el castillo de Almansa es tan icónico como hipnótico que no hay más remedio que empezar la visita a la ciudad por él. 

Tras la reconquista de Almansa, el rey de Castilla Alfonso X concedió estas tierras a su hermano, Don Manuel personaje que inició la dinastía que engrandeció el aspecto de la fortaleza. 

Recorrer el complejo defensivo es toda una aventura, pero el elemento de más valor que se conserva es la escalera gótica que asciende hasta lo más alto de la torre del homenaje, un atalaya no apta para quienes tienen fobia a las alturas. Oculta a la vista de todos hasta la restauración en el siglo XX, la escalera fue cegada por orden de los Reyes Católicos para hacer olvidar toda señal del Marqués de Villena, promotor de la obra y enemigo circunstancial.

No es esta la única parada obligada por el patrimonio cultural en Almansa. A los mismos pies del castillo está el Palacio de los Condes de Cirat, también llamada Casa Grande, sede del actual ayuntamiento. De estilo manierista, el palacio cuenta con un patio porticado renacentista y de un sombreado jardín en donde se exponen algunas de las mejores esculturas de José Luis Sánchez, artista natural de la ciudad, a la que donó toda su obra.

Una manera entretenida para descubrir otros monumentos que han llegado hasta nuestros días es tomar como guía el célebre cuadro “La Batalla de Almansa” obra pintada por Bonaventura Ligli sobre dibujo del natural de Filippo Pallotta.

En la réplica de esta obra monumental, cuyo original se exhibe en las Cortes Valencianas, que se conserva en el Centro de Interpretación de la batalla, podemos ver al detalle los principales edificios que existían cuando en 1707 se enfrentaron los ejércitos de las Dos Coronas (España y Francia) con los de la Gran Alianza (Inglaterra, Austria y Países Bajos).

La batalla de Almansa fue decisiva para la victoria de las pretensiones de la Casa Borbón frente al pretendiente de la Casa de Austria. Como consecuencia, todos los territorios de la Corona de Aragón perdieron sus fueros como castigo a su apoyo a Carlos.

Para conocer los detalles de esta fascinante batalla que enfrentó a todas las potencias de Europa Occidental, hay que pasar por el Centro de Interpretación de la batalla atendido por Herminio Gómez, un apasionado de la historia y de esta batalla a la que ha dedicado gran parte de su vida.

“No era una batalla entre Austrias y borbones: Estaba en juego quien se sentaba en la mayor corona del mundo, y por ende quien lo dominaba. Después de 14 años de batallas había empate técnico, la Guerra de Secesión acaba con la firma del tratado de Utrecht e Inglaterra consigue, para sorpresa de franceses y austriacos, convertirse en la potencia que va a dominar el mundo en los siguientes siglos”.

Para empaparnos en toda su máxima expresión, Herminio recomienda venir en abril, cuando tiene lugar la recreación de la batalla a los pies del castillo, una fiesta a la que acuden personas de todo el mundo luciendo sus mejores galas militares propias de principios del siglo XVIII. La recreación no es un evento aislado, es además el pistoletazo de inicio de la temporada de fiestas de Almansa, un Moros y Cristianos en el que se homenajea a su patrona, la Virgen de Belén.

Las bodegas de la D.O. Almansa

Tinajas de vino - Foto de José María de Pablo

Las cifras de la Denominación de Origen Almansa son bastante humildes, si se comparan con las de La Mancha o Rioja. 9.000 hectáreas, 8 municipios y 11 bodegas adscritas.

La garantía de su éxito radica en sus viñedos ubicados mayoritariamente en terrenos llanos, entre 700 y 1.100 metros sobre el nivel del mar, en donde se cría mayoritariamente su variedad más representativa, la garnacha tintorera, que suma más del 60% de la producción. Estamos hablando de una variedad que tradicionalmente se había usado exclusivamente para dar color o para producir vinos a granel. Con el trabajo de los enólogos de la D.O., las cosas están cambiando y ya empieza a sonar como una uva perfecta para hacer excelentes vinos que encuentran a su consumidor principalmente en el extranjero.

Para conocer el trabajo que se está haciendo, las bodegas que forman parte de la Ruta del Vino han ideado un sistema de guardias de tal modo que los visitantes siempre podrán encontrar una bodega dispuesta a recibirles.

Bodega Cano

Adolfo Cano - Foto de José María de Pablo

Bodega familiar fundada en 1860 que ha apostado por elaborar vinos artesanales, algunos con crianza en tinajas tradicionales. A Adolfo Cano, bisnieto del fundador y actual presidente de la Ruta del Vino, se le iluminan los ojos cuando habla de sus nuevos proyectos. “Estamos trabajando en vinos de autor, 50.000 litros con sello ecológico; y además en vinos en pequeñas ediciones” a los que llaman parcelarios, dos blancos y dos tintos 100% garnacha tintorera, una uva tinta tanto por fuera como dentro.

Su secreto está en trabajar bien la viña para obtener vinos muy diferentes, pero también en bodega trabajan siguiendo sus propias reglas. Recién acaban de volver a abrir las puertas de la vieja bodega del abuelo, pero ahora reconvertida en bar de vinos bajo el nombre de Enoteca de Sinforiano. Además de catar vino, es posible picar algo mientras se disfruta de una restauración impecable del espacio.  

Bodega Piqueras

Javier Bonete - Foto de José María de Pablo

No hay modo de distinguir a esta gran bodega de la Denominación de Origen. Piqueras no sólo impulsó la creación de una D.O. en la comarca, es que además de sus bodegas sale el 80% del vino de Almansa.

La visita a Piqueras la hace directamente uno de sus propietarios, Javier Bonete, un joven enólogo orgulloso de sus ancestros, pero también de sus propias aportaciones y proyectos, como la próxima creación de un centro de enoturismo que incluirá hotel, sala para eventos, salas de catas….

El inicio de Piqueras tiene algo de mágico, ya que esta aventura empresarial empezó con un billete de lotería de una peseta que obtuvo un premio de 20.000. Con ese dinero el bisabuelo hizo realidad su sueño, tener su propia bodega. Desde entonces es tradición en Piqueras regalar por navidad un boleto del mismo número ganador a cada empleado.

La sostenibilidad y autosuficiencia es parte consustancial a su forma de producir. “Trabajamos para que la bodega tenga el menor impacto posible. Absolutamente todo de la uva se reutiliza”, presume Javier, que nos confiesa que van a producir más vinos blancos para diferenciarse.  

Bodega Mata Mangos

Bodega Mata Mangos - Foto de José María de Pablo

Peculiar nombre el de esta bodega, resultado del sueño personal de su propietario, Cristóbal Gramaje, un farmacéutico amante de la viticultura que encontró en esta finca el lugar la culminación a toda una vida dedicada al vino.

La bodega ocupa una finca señorial del siglo XVIII levantada por un indiano que casó con una cubana, señora de alta alcurnia que exigió como condición para venir a España una vivienda a la altura de la casa de su padre.

La finca que rodea la mansión, denominada Sant Rosa, está ocupada por los viñedos de monastrell y garnacha tintorera, santo y seña de una bodega que desprende encanto e historia por los cuatro costados. La cata de la visita tiene lugar en las antiguas cuadras tenuemente iluminadas para crear la atmósfera de misterio que sus excelentes vinos merecen. 

Cooperativa Santa Cruz de Alpera

Carlos Arnedo - Foto de José María de Pablo

Bodega cooperativa con más de 400 socios, auténtico motor económico de  Alpera. Comprometido con el medio ambiente, su joven enólogo, Carlos Arnedo, apuesta por “el cultivo no agresivo del viñedo, con más de 1.000 hectáreas en producción ecológica certificada”.

Durante la visita guiada se catan vinos especiales como un 100% Sauvignon blanc de vendimia nocturna. “Todas las semanas lo movemos para conseguir un vino más sedoso, muy fresco y aromático”, nos cuenta Carlos.

Pero el verdadero protagonista de la Santa Cruz de Alpera es el Tinto Gold Rupestre, garnacha tintorera de cepas viejas en vaso y poca producción. “Buscamos sobremaduración, que empiecen proceso de pacificación. Luego está ocho meses en barrica roble americano”. El resultado es un vino con entrada suave en boca, frutos maduros y roble. 

Gazpacho manchego - Foto de José María de Pablo

Dónde Comer                                         

  • Restaurante Los Ángeles de Higueruela: Negocio familiar con solera que acaba de obtener el reconocimiento de la Guía Repsol, concretamente un Solete de Pueblo. Resulta interesante sus propuestas de pescado.
  • Taberna Restaurante Ramona en Almansa: Casa fundada en 1936 como casa de comidas y con una humilde carta que incluía michirones (guiso de habas secas) y patatas cocidas. La descendiente de la Ramona original se llama también Ramona y es una chef sobresaliente que borda platos imprescindibles de la gastronomía local como las judías con perdiz y el arroz caldoso.
  • Restaurante La Ventica en Almansa: Venta manchega al borde del camino y con 300 años de vida. Es el lugar para probar el lomo de orza y el gazpacho manchego, un plato de culto que antaño fue la humilde comida de los pastores.
  • El Rincón de Pedro en Almansa: Restaurante de servicio excelente y platos tradicionales muy bien ejecutados y presentados. Sin duda un referente gastronómico en la ruta del Vino de Almansa.