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Cela se ‘olvidó’ de la Alcarria madrileña, pero nosotros no. Acostumbrados como están muchos madrileños a mirar al norte de la región para sus excursiones, es momento de descubrir un territorio generoso e inspirador ubicado al sureste de la Comunidad. En la siguiente ruta descubriremos un paisaje que combina páramos y arroyos, cuestas y vegas, agrestes oteros y valles fértiles, una comarca en la que abundan los olmedos y los encinares y que cuenta con interesantes ejemplares de aves esteparias y rapaces forestales. Y, por supuesto, nos acercaremos a conocer sus pueblos, sus gentes y degustar su gastronomía.

La Alcarria madrileña: de Loeches a Nuevo Baztán

Loeches

Muchos conocieron el término ‘Alcarria’ gracias al libro de Cela, uno de los relatos de viaje más populares de la literatura española del siglo XX, un “cuaderno de bitácora de un hombre que se aburría en la ciudad y salió al campo a que no le pasase nada”. Eran tiempos de posguerra, eran otros tiempos, pero aquel libro de viajes despertó el interés por un territorio herido y gris pero también amable y auténtico.

La obra de Cela recorría la Alcarria de Guadalajara, partiendo de la capital provincial y terminando al sur, en Zorita de los Canes. Pero la Alcarria no conoce fronteras: es una comarca histórica y natural que también engloba zonas de Cuenca… y de Madrid.

Nuestro viaje a la Alcarria por tierras madrileñas parte de Loeches, un pueblo a unos diez kilómetros al sur de Torrejón de Ardoz que vivió su primer esplendor a mediados del XVI cuando Carlos I le otorgó el título de villa. Cuando, décadas más tarde, Loeches pasó a formar parte del señorío de la familia Cárdenas-Avellaneda, esta fundó el Convento de Carmelitas, conocido como ‘Convento chico’.

Poco después, el conde-duque de Olivares se hizo con el control del señorío y pidió a Alonso Carbonel, arquitecto del Palacio del Buen Retiro, que diseñase un nuevo monasterio que pasó a conocerse como el de la Inmaculada Concepción —o ‘Convento grande’— en el que el conde-duque fue enterrado años más tarde. Así mismo, este monasterio alberga el panteón familiar de la Casa de Alba.

Paisaje de la Alcarria madrileña

Continuamos nuestro viaje por la Alcarria madrileña bajando hacia al sur unos 10 kilómetros para encontrarnos con Campo Real. Este trayecto de poco más de 15 minutos nos empieza a mostrar la cara más sugerente de la Alcarria, un territorio marcado por su relieve tubular y montaraz en el que alternan pequeños pero profundos valles con páramos agrestes desde los que se domina al paisaje. Bañada por los arroyos que fluyen hacia el Henares, el Jarama o el Tajuña, la Alcarria también forma vegas que contrastan con las margas, conviviendo encinares y agricultura de secano con olivares y huertas tapizadas de verdura.

Son precisamente los olivares de Campo Real uno de los grandes atractivos gastronómicos de la Alcarria madrileña. El cuidadoso proceso de selección y producción de la aceituna en este municipio ha merecido la protección por parte de la Comunidad estableciendo la Denominación de Calidad Aceitunas Campo Real. ¿Y cuál es el secreto de la aceituna alcarreña? Un aliño elaborado con ajo, orégano, hinojo y tomillo.

Alcarria madrileña
Campo Real. Fuente: Wikipedia

¿Se nos abre el apetito? Pues tal vez es momento de probar algunos de los platos típicos de la comarca como el cordero asado o las judías con rabo de toro y perdiz, sin olvidarnos del queso, otra delicatessen de la zona.

Tras visitar la iglesia de Nuestra Señora del Castillo, ubicada en lo alto del pueblo desde la que volver a disfrutar del paisaje alcarreño, debemos seguir nuestra ruta, ya con el estómago a gusto, hacia Nuevo Baztán, última parada de esta primera parte del viaje. Proyecto único en Madrid gracias al empuje de Juan de Goyeneche, Nuevo Baztán posee varios de los edificios más imponentes de la zona.

De Olmeda de la Fuentes a Ambite

Olmeda de las Fuentes

A un paso de Nuevo Baztán continuamos ruta por Olmeda de las Fuentes, un delicioso pueblito de apenas 350 habitantes que también perteneció a Juan de Goyeneche viviendo durante las primeras décadas del XVIII su momento de mayor esplendor. Es en esta localidad donde el viajero debe detenerse en el Centro de Interpretación de la Alcarria Madrileña, un humilde pero gratificante acercamiento a la tradición de esta comarca: una estructura tradicional de tejado a dos aguas que incorpora paneles informativos sobre la flora, la fauna, el paisaje y los instrumentos tradicionales de la agricultura local.

La belleza del entorno de Olmeda de las Fuentes no pasó desapercibida para los artistas: desde hace décadas, la localidad alcarreña se ha erigido en un curioso atelier artístico siendo elegida por numerosos pintores para abrir su estudio, entre ellos los pioneros Álvaro Delgado y Luis García Ochoa, a los que se han añadido posteriormente poetas, críticos de arte o editores.

De ‘La Olmeda de los Pintores’ nos vamos un poco más al norte para conocer Pezuela de las Torres, una localidad de 800 habitantes ideal para degustar la arquitectura tradicional castellana desde los siglos XV al XVIII, empezando por su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción cuyo origen es románico, pero en la que destaca especialmente su torre modificada en el XVI y restaurada en el XX.

Alcarria madrileña
Ambite. Fuente: Wikipedia

Podemos continuar nuestro itinerario por el pueblo en la Plaza de la Picota, también del XVI, y por La Posada, un edificio del XVIII que daba cobijo a arrieros y comerciantes y que actualmente cumple funciones de centro socio-cultural, pero respetando buena parte de las trazas originales del edificio. Y no nos olvidemos de las bodegas y cabañas de piedra del entorno.

Finalizamos este viaje por la Alcarria madrileña en Ambite, a unos 10 kilómetros de Olmeda, ya a un paso de la frontera con Guadalajara. Esta pequeña localidad de algo más de 500 habitantes es el lugar ideal para penetrar por fin en los senderos alcarreños. Hasta cuatro sendas parten de Ambite: la popular senda ecológica del Tajuña, la Fuente del Robledillo, la Fuente del Arca y el Barranco de Valdezarza. Porque, como Cela, hemos venido al campo para que no pasase nada… que es cuando las cosas pasan.