"No conozco un lugar más encantador y magnífico que Biarritz... un pueblo completamente blanco, de tejados rojos y contraventanas verdes, situado sobre colinas de hierba y brezos (...) Solo tengo un miedo, que se ponga de moda: ya está llegando gente desde Madrid, pronto vendrán de París".
Son (premonitorias) palabras de Victor Hugo, uno de los primeros viajeros que descubrieron los atractivos de Biarritz, ya en 1843. Pero ¿quién puede resistirse al hechizo de una de las localidades más sensuales de la costa atlántica francesa? Y es que hasta todo un emperador cayó rendido ante el brillo de la joya del País Vasco francés.
Biarritz, el sueño de un flâneur

Habría que preguntar a Victor Hugo de dónde vino él a Biarritz y por qué él sí... y otros no. Pero no la liemos nada más empezar. Pese a los "esfuerzos" del escritor (y futuro gobernador), Luis Napoleón Bonaparte, más conocido como Napoleón III, llegó a Biarritz en 1853 lo que cambió para siempre la historia de este antiguo puerto ballenero cuyos baños ya eran famosos desde mediados del XVIII.
Pero fue la presencia imperial desde mediados del siglo XIX la que transformó a Biarritz en uno de los primeros enclaves turísticos de la costa atlántica francesa. A decir verdad, antes que Victor Hugo o Napoleón III visitaran el pueblo, fue una niña llamada Eugenia María de Montijo de Guzmán la que, procedente de Granada, estuvo en Biarritz allá por 1834: el primer baño en el Atlántico de la futura emperatriz debió ser inolvidable puesto que 20 años más tarde se construiría (por mediación de su marido, Napoleón III) toda una residencia de verano.
El 28 de julio de 1855 abría sus puertas Villa Eugenia, lugar en el que la emperatriz pasaría nada menos que once veranos. Renovado a principios del XX, el hoy Hôtel du Palais es uno de los edificios más icónicos de la localidad.

Por supuesto, una familia imperial nunca llega sola a los destinos. Pronto, toda una legión de aristócratas y burgueses industriales quisieron edificar sus propias residencias de veraneo en Biarritz: Villa Ventura, Villa Marbella, Villa Belza, Casa Montalvo o Javalquinto son algunas de estas residencias que cambiaron el perfil de aquel viejo puerto ballenero.
Esta última es una de las más bonitas y mejor conservadas de su época. Fue construida en 1870 por el "el más exitoso de los residentes españoles en Biarritz", el marqués de Javalquinto. Su palacio pasó a albergar el Ayuntamiento en 1925 para después convertirse en la Oficina de Turismo.
La propia oficina de turismo de la localidad ofrece sendos recorridos para descubrir el Biarritz de los españoles y el de los ingleses, estos últimos verdaderos pioneros en "descubrir" la localidad, puesto que fueron ellos los primeros en comprender las virtudes terapéuticas de los baños de mar.
Algo que ahora nos parece "de cajón" extrañaba a los urbanitas del XVIII que se contentaban con admirar el mar... pero no poner un pie en él, mientras los habitantes del litoral ya se daban chapuzones desde tiempo inmemorial... ¡y tan contentos, por supuesto!
Del puerto de pescadores al faro

Baño de mar y paseo. La vida en Biarritz, al menos para aquellos residentes temporales, era la mar de sencilla, pero, originalmente, esta localidad fue mucho más que flâneurs pululando de aquí para allá: había que trabajar, había que pescar.
Y la mejor forma de recordar aquel Biarritz anterior al desembarco imperial es pasarse por el barrio del Puerto Viejo y por el Puerto de Pescadores. En esta zona se ubican varios de los lugares más emblemáticos de la localidad, como la Roca de la Virgen cuyo origen legendario sería justamente el naufragio de un navío ballenero que se transformó en piedra por culpa de una sirena convertida en terrible gorgona.
Aquí encontrarás también el Acuario (o Musée de la Mer), la pequeña y también icónica playa del Puerto Viejo y la impresionante iglesia neogótica de Santa Eugenia de Biarritz, construida por la emperatriz para su santa patrona.
Y, por supuesto, el puerto de pescadores, cuyo origen, según las fuentes, data del siglo XII, cuando las ballenas campaban a sus anchas por buena parte del Golfo de Vizcaya. No obstante, el aspecto actual del puerto data del siglo XIX cuando se construyeron sus diques. Napoleón III quiso hacer de este lugar un puerto mucho más ambicioso, pero el mar tenía otros planes... y así se quedó.

En dirección norte, te encontrarás con las playas más famosas de Biarritz, la Playa Grande y Miramar, ambas divididas por la "imperial" presencia del Hôtel du Palais. Y en el extremo norte, coronando la Punta de San Martín, otro de los imperecederos iconos de la localidad: el faro, construido en 1830.
Cuentan que la linterna dióptrica del faro (encargada de refractar la luz para advertir y guiar a los barcos) está equipada con una de las primeras lentes de vidrio con anillos concéntricos diseñadas por Augustin Fresnel, uno de los mayores genios contemporáneos en el estudio de la luz: este diseño permitió a los barcos distinguir el puerto de Biarritz del vecino puerto de Hondarribia.
Biarritz, cuna del surf francés

Si nos dan una moneda cada vez que oímos que determinada playa o ciudad es la primera en la que se practicó surf ya podríamos (casi) jubilarnos. Lo cierto es que nadie se pone de acuerdo a la hora de certificar quién fue el primero que cogió algo parecido a una tabla y se puso en pie sobre ella para deslizarse sobre las olas. Al menos en Europa.
Pero, sí, Biarritz fue uno de los primeros spots europeos y, probablemente, el primer lugar en el que se practicó surf en toda la costa francesa. Se dice que a finales de los 50 ya teníamos surfistas haciendo sus pinitos en las playas de la localidad aprovechando las buenas condiciones de las olas en diversos puntos del litoral.
Cuentan que fue un "extranjero", el guionista Peter Viertel, el que mostró a los lugareños las posibilidades del surf, que él había aprendido en la costa californiana, aprovechando el rodaje de la película Fiesta en la ciudad, basada en la obra de Hemingway.
Fuera Viertel o no el primero en coger una tabla en Biarritz, es evidente que las playas de la zona se prestaban a este joven deporte. Tanto la Costa de los Vascos como Marbella Beach y Miladi, todas ellas ubicadas al sur de la localidad, siguen siendo a día de hoy lugar de peregrinaje por los aficionados al surf.
De hecho, Biarritz también puede presumir de contar con la que dicen es la competición de surf más antigua de Europa (también), Biarritz Maider Arosteguy que abre la temporada en Francia a finales de abril. Y no nos olvidemos de Queen Classic Surf Festival, un evento de surf clásico con el que se pone la guinda al verano biarrota. Pues sí, amigo Victor Hugo, qué le vamos a hacer, 175 años después, Biarritz sigue de moda... Mejor quédate en tu tumba.
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