Pregunten a cualquier almeriense y todos responderán lo mismo: no hay bocado más representativo de la ciudad que el famoso cherigán, una sencilla pero deliciosa creación local que encierra en su nombre una curiosa anécdota cinematográfica.

Esta crujiente tostada, untada generosamente con alioli y cubierta con atún, jamón tierno o cualquier otro manjar que la imaginación permita, evoca la época dorada en que Almería se transformó en un pequeño Hollywood europeo gracias a los legendarios spaghetti westerns rodados en el árido desierto de Tabernas.

Un bocado con alma de western

Alcazaba de Almería - Foto: Javier García Blanco

Se cuenta que, en el emblemático Café Colón, frecuentado por actores y cineastas durante aquella época dorada, su cocinero (al que un actor había apodado cariñosamente “el sheriff”) concibió esta tapa cuya forma alargada evocaba sutilmente a una pistola.

El sheriff gun, como originalmente la bautizaron, evolucionó naturalmente hacia cherigán por obra y gracia del característico acento local, quedando así inmortalizado en el patrimonio gastronómico almeriense.

Esta sabrosa anécdota encapsula perfectamente el espíritu creativo y vivaz que Almería imprime en cada uno de sus platos, uno de los motivos por los que se ha consolidado como destino gastronómico imprescindible para los amantes de la buena mesa.

La ciudad fue coronada Capital Española de la Gastronomía en 2019, pero su relevancia culinaria trasciende cualquier distinción temporal, pues hunde sus raíces en la extraordinaria calidad de sus productos, cultivados bajo un clima privilegiado, y en la auténtica pasión con la que los almerienses preservan, celebran y comparten su riqueza culinaria.

Tapear por Almería: una religión cotidiana

La devoción por el tapeo en Almería roza casi lo religioso. No es de extrañar que la ciudad destaque, como otras joyas andaluzas, por ofrecer una tapa gratuita (a menudo generosa) con cada bebida. Así, la experiencia gastronómica se transforma en un auténtico ceremonial cotidiano, accesible y placentero, capaz de conquistar los paladares más selectos por apenas unos euros.

Establecimientos emblemáticos como el histórico Casa Puga (el más antiguo de Almería, inaugurado en 1870 y venerado por sus gambas a la gabardina de crujido perfecto y sus aromáticos boquerones en adobo), o El Quinto Toro, célebre por sus tradicionales papas a lo pobre coronadas con huevo frito, son paradas obligatorias en cualquier peregrinación gastronómica por el cautivador casco histórico.

En la Taberna Entrefinos, las tapas adquieren un carácter gourmet y contemporáneo con creaciones innovadoras como el solomillo al estilo mozárabe, una sublime fusión que armoniza tradición y vanguardia, y del que ya han servido más de 600.000 raciones.

Muy cerca, la entrañable Bodega Las Botas permanece como guardiana de los sabores auténticos, ofreciendo tesoros culinarios como las migas (plato que aquí se disfruta tradicionalmente en días lluviosos) elaboradas artesanalmente con sémola de trigo y acompañadas de sardinas recién asadas, aceitunas locales y tocino, o los gurullos, una singular pasta autóctona protagonista de contundentes y reconfortantes guisos rebosantes de nostalgia y sabor.

El Mercado Central: corazón del sabor

Una inmersión imprescindible en el alma culinaria almeriense exige visitar el emblemático Mercado Central de Abastos. Este elegante edificio de hierro y cristal, inaugurado en 1893, se alza como santuario cotidiano del sabor, el color y la vitalidad de Almería.

Deambular por sus animados puestos, rebosantes de los codiciados tomates Raf (considerados el pata negra de los tomates), pescados recién extraídos del Mediterráneo, manjares artesanales como quesos curados, selectos embutidos ibéricos y aceites de oliva virgen extra de producción local, constituye un festín sensorial completo.

El mercado, además, acoge regularmente eventos gastronómicos, dinámicos showcookings y degustaciones que enriquecen la experiencia, ofreciendo la oportunidad única de descubrir de primera mano las técnicas y secretos culinarios transmitidos por generaciones de cocineros almerienses.

Para los ávidos exploradores gastronómicos, la Ruta de Catas por Almería es una propuesta irresistible. Este fascinante recorrido comienza en el pintoresco Parque Nicolás Salmerón, donde la brisa marina del Mediterráneo se mezcla con la exuberancia botánica del entorno. El recorrido prosigue junto al monumental Cable Inglés (un cargadero de mineral declarado Bien de Interés Cultural) cuya imponente estructura metálica evoca la era industrial que catapultó el desarrollo económico de la ciudad.

En la orilla opuesta del puerto, la Lonja de Almería revela el pulso contemporáneo de la ciudad, un espacio vibrante donde se subastan capturas recién extraídas del mar y se desarrollan experiencias turístico-gastronómicas que desvelan las entrañas de la ancestral cultura marinera local.

El trayecto se adentra luego en el animado centro urbano, deteniéndose en joyas arquitectónicas como la emblemática Puerta de Purchena y la refinada Casa de las Mariposas, culminando en el Restaurante Salitre. Este establecimiento, alojado en una elegante mansión burguesa, permite descubrir, bajo la tutela de experimentados sumilleres, una cuidada selección de vinos (atesora más de 250 referencias) acompañados por sublimes tapas almerienses elaboradas con mimo e inventiva.

Un “Americano” en el Amalia

Para culminar cualquier peregrinación gastronómica por Almería, nada supera la experiencia de acercarse al legendario Kiosco Amalia y deleitarse con una bebida local de sabor inolvidable. Este establecimiento centenario, fundado en 1889 y situado en el corazón del casco histórico, es un santuario al que diversas generaciones han acudido en busca de sabores auténticos.

El Americano es una singular bebida caliente de característico tono rosáceo, elaborada con leche y licor de kola, y coronada con piel de limón y canela. Aunque su preparación parece sencilla, encierra un ritual propio: en un vaso se deposita una cucharada de azúcar y piel de limón, se incorpora leche recién calentada y licor o crema de kola (con casi 30 grados alcohólicos) que confiere ese distintivo color rosado, y finalmente se decora con un toque de canela.

La génesis del Americano está íntimamente ligada al patrimonio cinematográfico almeriense. La tradición asegura que, en la década de los 70, un actor estadounidense que rodaba en la provincia solicitó esta bebida en el kiosco, dándole así el nombre que hoy la inmortaliza.

Además de esta bebida, el Kiosco Amalia sobresale por otras creaciones tradicionales como el Jabea (un refrescante granizado de limón con licor de menta) o el vistoso Quemaillo, una combinación de café, coñac, cáscara de limón y azúcar, que se flamea ritualmente para crear una experiencia única.

Este kiosco no solo es un punto de encuentro para locales y visitantes, sino que también ha contribuido al turismo en Almería. Muchos visitantes llegan para probar el famoso Americano y experimentar un pedacito de la historia cinematográfica de la provincia. Así, entre un cherigán y un Americano con espíritu de western, Almería demuestra que en su gastronomía también se escriben guiones memorables.