El pasado 23 de junio, en plena celebración de la Noche de San Juan, tuvo lugar uno de los momentos más esperados de la fiesta De la Luna al Fuego: la Mojá de la Vara, una tradición muy vinculada al pueblo gitano que desde hace siglos frecuentó Zafra, como tantos lugares de nuestra geografía.
Desde tiempos ancestrales, los gitanos se acercaban al Pilar del Duque que se ubica en la Plaza Dulce Chacón para mojar la vara y otros instrumentos de trabajo y conseguir buena bají (suerte) para el resto del año. Estas varas formaban parte esencial de su día a día como pueblo nómada ya que con ellas arreaban a los animales que los acompañaban en sus viajes.

Pero, aunque muchas de las 2.000 personas que se juntaron ante el Pilar del Duque mantuvieron la tradición de mojar la vara, otros llegaban a sumergir (durante unos segundos) otros objetos como carteras... para ver si se llenaban de dinero en una noche tan mágica como la de San Juan.
Porque con la Mojá de Vara no termina, ni mucho menos la fiesta en Zafra que, desde hace década y media, celebra con fervor su De la Luna al Fuego, una fiesta que trata de reivindicar las diversas fases históricas que ha vivido esta localidad ubicada en el centro-sur de la provincia de Badajoz.
Zafra es una feria: el esplendor comercial de una encrucijada

Todas las localidades de España buscan con ahínco su identidad, también para promocionarse desde un punto de vista turístico. En ocasiones, estos esfuerzos pueden parecer demasiado forzados: reivindicar (e imponer) tradiciones dudosas que pocos vecinos conocen, incluso los propios historiadores.
Pero, en la mayor parte de los casos, también supone un indispensable ejercicio de análisis histórico y etnográfico. Y aunque los resultados de las investigaciones no siempre conduzcan a descubrir lo que uno desearía para transformar el destino en un must turístico internacional, estas indagaciones conducen a la misma conclusión: todos los lugares tienen una historia que merece ser contada.
Y Zafra no es una excepción, pese a que su fase histórica más significativa arranque ya en el siglo XV, cuando se forma el Señorío de Feria que convierte a la localidad en su centro neurálgico, junto a la propia localidad de Feria que se ubica a 20 kilómetros al noroeste.

La construcción de la muralla y de su alcázar marca el inicio de esta época de gloria que se extendió durante los siglos XVI y XVII y que constituyen la base histórica sobre la que se asienta la fiesta De la Luna al Fuego.
Y es que Zafra se convirtió en esta época en un inevitable cruce de caminos al ubicarse en plena Vía de la Plata. Esta situación estratégica fue aprovechada por los primeros zafrenses para comerciar con los diversos viajeros que pasaban por la zona.
Surge así la Feria de Ganado de San Miguel que, con el tiempo, se terminó por convertir en una de las más importantes de Europa: cerca ya de cumplir su 600 aniversario, se trata de un evento que se celebra a principios de octubre y que, al parecer, define buena parte de los precios del ganado a nivel nacional.
Este esplendor comercial de Zafra quedó también asociado al propio caserío y al entramado urbano de la localidad: el pueblo se transformó en ciudad combinando calles estrechas de estructura tradicional con avenidas largas y aseadas que confluyen en innumerables plazas. En este sentido, y debido al ambiente elegante de su entramado urbano, se la ha llegado a apodar "Sevilla La Chica".
Zafra es una plaza: un callejero rebosante de gracia

Una buena ruta por Zafra puede arrancar del propio Pilar del Duque ya que esta plaza linda con la Plaza del Alcázar, el monumento más relevante de la localidad pacense, hoy Parador de Turismo, en el que destaca tanto su fachada que combina elementos castrenses con palaciegos, lo que lo dota de una apariencia singular.
Al oeste, y pasando la plaza del Corazón de María, el Museo de Santa Clara, que se encuentra en el monasterio de Santa María del Valle: se trata de la mejor manera de profundizar en la cultura monástica.
Pero el núcleo histórico de Zafra lo encontramos a un par de minutos hacia el norte donde se ubica la conexión entre las dos plazas más famosas de la localidad: la Grande y la Chica que están conectadas por el célebre Arquillo del Pan.
Este entorno luce espléndido gracias a sus pórticos que nos devuelven a ese pasado definido por los mercados y las ferias que ocupaban estas plazas usando los pórticos para protegerse de las inclemencias meteorológicas. Si bien la Plaza Chica fue el centro comercial y artesanal de Zafra desde el siglo XV, la Grande complementó esta labor desde mediados del XVI.

Por cierto, has de buscar entre ambas plazas la Vara de Medir, la columna más famosa de Zafra, que tiene muchas columnas, pero ninguna como esta: los comerciantes la usaron durante siglos para medir el género que se vendía en estas plazas.
Y como penúltima visita en este paseo entre calles y plazas zafrenses, la iglesia de la Candelaria del XVI que cobija en su interior un tesoro debatido por los historiadores del arte: nueve tablas atribuidas a Zurbarán.
Y como una visita nunca está completa sin una ruta natural: ¿qué tal subirte al monte de Castellar para tener una estampa general de Zafra? Y así puedes mojarte un rato en el embalse cercano, tal vez dé la misma buena bají que el Pilar del Duque, es cuestión de probar...
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