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Nos acercamos al noroeste de la provincia de Zamora para conocer uno de los pueblos más singulares de toda la geografía española. No es solo su atractiva ubicación a un paso de la Sierra de la Culebra, ni su delicioso caserío asomado al río del Fontano, ni siquiera es su ambiente pacífico alejado del rabioso ruido de la actualidad. No, la singularidad de este pueblo zamorano es su frontera con Portugal: una raya en un pequeño puente que separa Rihonor de Castilla de Rio de Onor de Bragança: “un pueblo, dos países”, como le gusta afirmar a los vecinos a ambos lados de la frontera.

Rihonor, un oasis verde entre España y Portugal

Rihonor de Castilla
Rihonor. Fuente: Wikipedia

Situado a algo más de hora y media al noroeste de Zamora capital y a unas dos horas al sur de Ponferrada, no se puede decir que Rihonor esté muy bien comunicado. Pero este relativo aislamiento sin duda ha configurado el carácter de un pueblo que vive de puertas adentro. Ni siquiera el turismo rural ha explotado aún en esta localidad que cuenta con apenas 30 habitantes. Pero Rihonor no es un pueblo más del entorno de la Sierra de la Culebra, se trata de una joya fronteriza que resume la historia de dos pueblos, de dos países.

Ruidenore era la denominación de esta localidad en la Edad Media, cuando el pueblo formaba parte del reino de León. Pero la historia de la vieja Ruidenore empieza a cambiar cuando el reino de Portugal se separa de León: Alfonso Enríquez (I de Portugal) y Alfonso VII de León firman el Tratado de Zamora en 1143, fecha en la que nace el Reino de Portugal.

Pero como a la firma de un tratado ‘pacífico’ siempre le siguen tensiones bélicas, la frontera entre ambos reinos sufrirá diversas reclamaciones más o menos agresivas. Y en medio de todo ello, Ruidenore, las futuras localidades de Rihonor de Castilla y Rio de Onor de Portugal separadas principalmente por la frontera natural que genera el regato de Rugassores, un pequeño arroyo que discurre hacia el este y que desemboca en el Río de Onor/Fontano.

Rihonor de Castilla
Rihonor y la frontera entre España y Portugal. Fuente: Wikipedia

Mientras los gobernantes de ambos lados de la frontera permanecen con las espadas en alto, los habitantes del pueblo siguen haciendo su vida, sin perder las tradiciones comunes que han forjado durante décadas. Y es que los vecinos a ambos lados de la frontera comparten hasta una mismo lengua: el rihonorés, un dialecto derivado del leonés que hoy apenas hablan ya un puñado de personas.

El otro elemento que define el perfil de estas dos localidades fronterizas es su arquitectura popular: piedra para los muros, madera para los balcones y pizarra para los tejados. Dos pisos en su estructura interna y muchas flores decorando el exterior. Este caserío pétreo armoniza a la perfección con buena parte de sus calles adoquinadas. Y con el puente, el lugar que también marca la frontera entre los dos pueblos.

Rihonor de Castilla
Las nuevas viviendas de Rihonor tratan de mantener vivo el espíritu de la arquitectura popular. Fuente: Wikipedia

Si bien tras la pacificación de la zona tras ponerse fin a los conflictos entre España y Portugal supuso la apertura fronteriza, tras la Revolución de los Claveles en 1974, el gobierno portugués decide colocar una cadena de separación en el camino principal que conecta ambas localidades.

Aquella cadena ‘antiimperialista’ —España vivía los últimos estertores de la Dictadura franquista en 1974— duró más de lo esperado: no sería hasta 1990 cuando, tras diversas protestas vecinales, las autoridades portuguesas y españolas deciden eliminarla. De cualquier manera, los vecinos seguían atravesando la frontera por los campos y las huertas que flanqueaban el camino. Desde luego, esto tampoco era el Muro de Berlín.

Rihonor de Castilla
Rihonor. Fuente: Wikipedia

Tres décadas después de cayera el ‘muro’ rihonorés la vida sigue igual en el pueblo. Tan solo tienen que afinar un poco el reloj si quedan a un lado u otro de la frontera (una hora menos en Portugal, ya se sabe) o lidiar de vez en cuando con alguna novedad mediática: durante la peor fase de la crisis sanitaria, volvieron a aparecer las fronteras en Riohonor, en este caso a modo de vallas metálicas y vigas de hormigón.

Pese a algunas piquillas entre los vecinos de ambas localidades —los habitantes de Rio de Onor (que doblan en número a los de Riohonor) afirman que su pueblo está más cuidado y engalanado— lo cierto es que la mayoría de ellos viven como si se tratase de una misma localidad. Buena parte de los vecinos tienen posesiones a ambos lados de la frontera y se desenvuelven a la perfección en español y portugués. Y aunque hay una iglesia en el pueblo de arriba y otra en el pueblo de abajo, solo hay un bar: otra buena razón para cruzar la frontera…

El entorno natural de Rihonor de Castilla

Rihonor de Castilla
Sierra de la Culebra en el entorno de Rihonor. Fuente: Wikipedia

El verde del tapiz de las montañas, la transparencia del agua de los ríos y arroyos, el ocre de las huertas y el gris de la piedra de las viviendas son los tonos que definen la belleza fronteriza de Rihonor de Castilla y su vecina Rio de Onor, localidades que se encuentran a un paso de varios enclaves naturales que no debemos perdernos.

Por un lado, la mencionada Sierra de la Culebra que, con una superficie de unas 70.000 hectáreas, engloba las comarcas de Tábara, Carballeda, Aliste y Sanabria. Además de sus hermosos paisajes, lo más destacado de esta tierra es la presencia del lobo ibérico que desde hace décadas mantiene poblaciones estables al norte del río Duero.

Playa del Lago de Sanabria
Una de las playas del Lago de Sanabria

Pero si no tenemos tiempo (ni paciencia) para observar al lobo en libertad, el Centro del Lobo Ibérico de Castilla y León – Félix Rodríguez de la Fuente ubicado en Robledo de Sanabria es una buena oportunidad para conocer la realidad de este legendario animal.

Por otro lado, Riohonor de Castilla se encuentra a 15 kilómetros al sur de Puebla de Sanabria, una de las localidades más populares de toda la provincia, campo base ideal para conocer el Lago de Sanabria, una joya lacustre sin parangón en la península ibérica. Y asomados a las aguas del lago nos despedimos de esta tierra que nos recuerda que la belleza no conoce límites, ni fronteras.