La erupción en la isla de La Palma en 2021 nos recordó una vez más la belleza aterradora y fascinante de los volcanes: aunque en la superficie todo parezca "tranquilo", ahí abajo laten fuerzas incontrolables que han alterado durante miles de años el relieve, las condiciones medioambientales y la propia vida (y muerte) en la Tierra. Es cierto que ahora podemos predecir (más o menos) cuándo se producirá una erupción, pero seguimos estando a merced de los efectos de la misma.

Más allá de las islas Canarias, archipiélago de origen volcánico, existe en la península un paraíso volcánico desconocido por muchos: La Garrotxa. Hasta 40 conos, 10 cráteres y más de 20 coladas de lava en apenas 15.000 hectáreas de territorio, un territorio que se ha convertido, finalmente, en el Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa para proteger este paisaje único en la península ibérica.

Entre volcanes en La Garrotxa

Volcan de Santa Margarida - Depositphotos

Cuentan los expertos que el área volcánica de La Garrotxa forma parte del rift europeo que continúa por el norte hacia Francia, Alemania y la República Checa, "una zona crónicamente activa que se está abriendo en medio de Europa y que, por lo tanto, no sería de extrañar que, en un futuro, geológicamente hablando, volvieran a dar vulcanismo".

Claro que hablamos de "tiempo geológico" que es un poco diferente al humano. Actualmente, el paisaje volcánico de La Garrotxa está inactivo y no se espera actividad en "unos centenares o miles de años". Pero las últimas investigaciones acerca de los volcanes de esta comarca de Girona nos indican que las erupciones más recientes tuvieron lugar cerca de Olot hace 8.300 años mientras que en el volcán de Montsacopa, en la propia localidad de Olot, la actividad se produjo hace 20.000 años. Desde un punto de vista geológico, es como decir que ocurrió "ayer"...

Pero ¿y por qué tanta actividad volcánica en una zona tan concreta de la península ibérica? Además de formar parte de esa megafractura de las placas tectónicas del continente europeo, se da la circunstancia de que la litosfera en esta zona es muy delgada, con un grosor menor al habitual en el continente lo que facilita la expulsión de magma proveniente del interior de la Tierra que, en otras zonas con la "piel más gruesa", es contenida.

Una iglesia en el centro de un volcán

Ermita en el volcán de Santa Margarida - Depositphotos

Pero, a pesar de que las últimas erupciones en La Garrotxa no sucedieron "hace tanto", los primeros temblores tuvieron lugar hace más de 200.000 años, en la zona comprendida entre Batet y Sant Jaume de Llierca, en el valle intermedio del Fluvià, el río que define esta comarca. Aquí se ubican pequeños conos volcánicos como el de Bellaire o el de l'Estany.

No obstante, es un poco más al sur donde el espectáculo volcánico adquiere su máxima expresión en La Garrotxa: entre Santa Pau y Olot tenemos una de las mayores concentraciones volcánicas de toda la península ibérica en apenas diez kilómetros, empezando por Santa Margarida que tuvo varias fases eruptivas incluyendo una de tipo freatomagmático que originó fuertes explosiones dando como resultado la formación de un cráter.

Interior del volcán del Croscat - Depositphotos

Pese a que su última erupción tuvo lugar hace apenas 11.000 años, buena parte de la superficie del cono volcánico, salvo el cráter, está cubierto de vegetación y bosque por lo que solo desde el aire se aprecia verdaderamente su estructura. Pero lo más sorprendente del volcán de Santa Margarida es la presencia de una ermita en el centro de su cráter. ¿La única iglesia del mundo en el centro de un volcán?

Y un poco más al norte, el volcán del Croscat, el volcán más joven de La Garrotxa, cuya estructura es habitual en esta zona por el tipo de erupciones estrombolianas que tuvieron lugar aquí, el mismo tipo de erupción que el del volcán de La Palma.

Esta clase de erupción se caracteriza por explosiones poco violentas e intermitencia en la expulsión de lava, generándose colas de lavas que, con el tiempo, alteran la forma circular del cráter hasta que da como resultado esa forma de herradura que vemos en muchos volcanes de la comarca.

Fageda d'en Jordà en el entorno del volcán del Croscat - Depositphotos

Al igual que el vecino volcán de Santa Margarita, está cubierto casi en su totalidad de vegetación, incluyendo la venerada fageda d'en Jordà, salvo las zonas que fueron explotadas para la extracción de gredas.

Fueron estas explotaciones mineras que alteraban el paisaje volcánico de La Garrotxa lo que provocó diversas protestas que cristalizaron en 1982 con la declaración del parque natural para asegurar su adecuada preservación.

Los pueblos 'volcánicos' de La Garrotxa

Castellfollit de La Roca - Depositphotos

La ruta de los volcanes nos lleva ya a Olot, con mucha diferencia, la localidad más poblada de la comarca. Pero Olot, curiosamente, también creció entre volcanes, como el mencionado de Montsacopa, pero también el de Montolivet o el de la Garrinada (de acceso privado). Es el primero de ellos el más accesible y el que ofrece las mejores vistas del entorno. Y a los pies del mismo el Espai Cràter, el imprescindible museo que nos cuenta la singular historia del paraíso volcánico de La Garrotxa.

Por supuesto Olot se ha convertido, con el paso de los años, en algo más que una localidad entre cráteres. No solo destaca por su colección de edificios de corte modernista, sino también por la presencia de diversas construcciones de RCR Arquitectes, ganadores del Premio Pritzker en 2017, segundo estudio español en llevarse el premio más prestigioso de arquitectura a nivel mundial.

Como no podía ser menos, este estudio ha estado implicado en varios diseños que vinculan el origen volcánico de Olot con la vanguardia arquitectónica: promovieron el Espacio de Gredal del volcán Montsacopa y el Espacio Urbano Volcánico.

Iglesia de Sant Martí del Corb cerca de Olot - Depositphotos

Menos vanguardista, pero igualmente atractivo tenemos, a pocos kilómetros al sur de Olot, la iglesia de Sant Martí del Corb, una pequeña construcción románica de una sola nave ubicada en medio del denso bosque de La Garrotxa.

Pero es al norte de Olot donde nos encontramos con uno de los pueblos 'volcánicos' más impresionantes de España: Castellfollit de la Roca. En el extremo septentrional de la Zona Volcánica de La Garrotxa se ubica este pueblo que se asoma a un vertiginoso risco basáltico de 50 metros de altura y de casi un kilómetro de longitud.

Esta asombrosa fortaleza basáltica es la consecuencia de la acción erosiva de los ríos Fluvià y Turonell sobre la colada volcánica que se fue acumulando aquí tras diversas erupciones procedentes de los volcanes que se ubican en la vecina Sant Joan les Fonts, principalmente el de Aiguanegre, el de Repassot y el del Cairat.

Castellfollit de la Roca - Depositphotos

Muchos años más tarde de que se creara esta plataforma basáltica en la confluencia del Fluvià y el Turonell, los primeros pobladores de la zona concluyeron que podía no ser un mal plan alojarse en lo alto de la misma: la mejor defensa natural contra los invasores.

Hoy, Castellfollit de la Roca es uno de los ejemplos más intrépidos de urbanismo rural en un entorno volcánico: las diversas viviendas construidas sobre la pared de basalto parecen confundirse con sus cimientos generando un vertiginoso espectáculo no apto, ya sabes, para personas con vértigo.

Por supuesto, la comarca de La Garrotxa no termina en sus volcanes (ahí está, sin ir más lejos, el venerado pueblo de Besalú), pero nuestro objetivo en esta visita era profundizar en la historia geológica de uno de los paisajes más singulares de la península ibérica. Para más adelante prometemos volver y conocer también la Alta Garrotxa, donde también se ha creado un Espacio Natural Protegido para conservar otro lugar muy especial (y misterioso) de Girona.