La romería de Tomelloso es una de las celebraciones más emblemáticas de Castilla-La Mancha, una fiesta que reúne a miles de personas en torno a la devoción por la Virgen de las Viñas y a una serie de tradiciones populares profundamente arraigadas.
Durante varios días, familias enteras, peñas, caballistas y romeros caminan juntos hasta el Santuario de Pinilla en una manifestación colectiva de fe, cultura y orgullo local. Pero hay algo que late incluso más profundo: un sentimiento colectivo, un orgullo compartido y una manera de entender la vida que se transmite con cada paso hacia Pinilla. Un museo vivo de la tradición manchega que hoy queremos descubrirte.
En qué consiste la Romería de Tomelloso

La romería comenzó a celebrarse oficialmente en 1944, apenas dos años después de que llegara a Tomelloso la imagen de la Virgen de las Viñas. Desde entonces, el último fin de semana de abril se ha convertido en una fecha marcada a fuego (y vino) en el calendario tomellosero. En 2014, la fiesta fue declarada de Interés Turístico Regional, y actualmente aspira al reconocimiento nacional. Pero más allá de los títulos, lo que cuenta es lo que se vive. Y eso es difícil de medir.
Cada generación ha aportado su grano de arena para moldear la romería que hoy conocemos. Desde aquellas primeras procesiones modestas hasta las actuales comitivas que suman miles de personas, la evolución ha sido constante, pero siempre fiel al espíritu original: caminar juntos para honrar a la Virgen y celebrar un sentimiento de comunidad.
¿Y en qué consiste exactamente esta fiesta? El fin de semana comienza con el pregón oficial y el nombramiento del mayoral, figuras simbólicas que abren las celebraciones. El sábado por la noche, el protagonismo es para la emotiva Procesión de las Antorchas, que recorre el entorno del santuario de Pinilla bajo la luz tenue de cientos de velas, creando un ambiente sobrecogedor.
El domingo, sin duda el día grande, arranca con la salida de las carrozas desde Tomelloso hacia Pinilla y, a continuación, de las reatas. Allí se celebra una solemne misa al aire libre en honor a la Virgen, seguida de una jornada de convivencia festiva con música, comida y danzas populares. Por la tarde, tiene lugar el esperado regreso de la imagen de la Virgen a la ciudad, acompañada por miles de personas a pie. El recorrido finaliza con una bienvenida multitudinaria en la Plaza de España, entre bailes, emociones y fuegos artificiales.
Las reatas: arte e historia sobre ruedas

Lo que posiblemente más llama la atención de la Romería de Tomelloso son las reatas de mulas enjaezadas, auténticas joyas del patrimonio cultural rural. ¿Y qué es una reata? Es un grupo de mulas unidas en fila, atadas una tras otra y guiadas por un mayoral, que tiran de un carro cargado, normalmente en el contexto de labores agrícolas o, como en este caso, en una celebración popular.
Preparadas con mimo, engalanadas con guarniciones tradicionales, que pueden ser de diario o de gala, según la ocasión, estas mulas tiran de carros que son auténticas manifestaciones artísticas rodantes. En su estructura, diseño y decoración se conserva el alma agrícola de Tomelloso. Algunas llevan costales de grano, otras imágenes de la Virgen, pero todos hablan de una forma de vida.

Los carros de Tomelloso, con sus tableros bajados y sus picos cargados, forman parte de un lenguaje visual que la romería perpetua. ¿Y lo mejor? No es una pieza de museo. Está viva, en movimiento, al ritmo de los cascos sobre el camino de tierra. El brillo de los arneses, el paso firme de los animales, los detalles bordados a mano, los nombres pintados con orgullo en los carros... Todo nos habla de una herencia que no se aprende en libros, sino que se transmite de padres a hijos, entre madrugones, ensayos y mucha pasión.
Junto a las reatas, otro de los grandes atractivos de la romería son las carrozas artísticas y las "carrozas de verde", llenas de jóvenes que se uniforman con camisetas de colores (y a menudo salpicadas de vino). Algunas carrozas se decoran con motivos satíricos, históricos o religiosos, y otras simplemente sirven de escenario móvil para bailar y celebrar.
Gastronomía romera: comer también es cultura

Y si caminar da hambre, mejor hacerlo en Tomelloso. Las peñas y familias que acuden a la romería despliegan todo su saber culinario en forma de tortillas, pisto, asados, empanadas, migas, calderetas y, cómo no, vino. Mucho vino. Porque si algo caracteriza a esta tierra, además de su hospitalidad, es su pasión por el buen comer y beber en compañía.
Durante los días de fiesta, el campo se llena de aromas que viajan entre cocinas improvisadas, neveras portátiles y mesas compartidas. La gastronomía forma parte esencial de la experiencia romera y lo hace con ese toque casero y generoso que solo el recetario tradicional puede ofrecer.
Uno de los platos que no suele faltar en estas jornadas es el tradicional pisto manchego, elaborado con tomate, pimiento, calabacín y cebolla, todo bien rehogado y con ese punto exacto de sabor casero que solo las manos expertas saben conseguir. También es muy común preparar caldereta de cordero, un guiso potente y sabroso que se cocina a fuego lento en grandes cazuelas y se comparte entre decenas de personas.
Cualquier excusa es buena para reunirse, para contar historias, para brindar por lo vivido y lo que está por venir. Comer durante la romería es también participar en un ritual comunitario que refuerza lazos y genera recuerdos que perduran mucho después de que se apaguen las brasas.
Folclore que se escucha, se baila y se hereda

¿Qué sería de la romería sin sus bailes y su música? Jotas, seguidillas y malagueñas suenan en cada rincón, ya sea en el escenario del santuario, en la calle Doña Crisanta o a pie de carroza. Los grupos folclóricos locales, como El Bombo o Virgen de las Viñas, llevan décadas transmitiendo este legado. Resulta emocionante ver cómo los más pequeños ya se saben los pasos.
La jota, quizá la más conocida, es un baile enérgico y alegre que se acompaña con castañuelas y se caracteriza por saltos, giros y pasos vivaces que se ejecutan en pareja o en grupo. Las seguidillas, por su parte, tienen un ritmo más pausado y elegante, y suelen cantarse mientras se bailan en coreografías que alternan versos y estribillos, creando una estructura repetitiva que invita a la participación colectiva.
Las malagueñas, más suaves y melódicas, aportan un toque de emoción y profundidad, y suelen bailarse de forma más intimista, con movimientos amplios de brazos y una expresividad especial en el rostro y el cuerpo.
La romería de Tomelloso no es una postal antigua ni una recreación folklórica. Es una fiesta viva, en evolución, que se sostiene gracias al amor de quienes la hacen posible cada año. Hermandad, Ayuntamiento, peñas, voluntarios, músicos, cocineros, vecinos... Todos suman para que, durante unos días, el pueblo se convierta en el epicentro de una cultura popular que no debe perderse nunca.
Únete a la conversación