Dicen que no hay mal que por bien no venga. La situación de crisis sanitaria que vive España que ha supuesto, entre otras cosas, un colapso para el turismo dadas las restricciones al movimiento de los ciudadanos, obliga a muchos viajeros a cambiar la perspectiva de sus próximas aventuras. Por ejemplo, a los madrileños les tocará esperar un poco para salir de su comunidad. Pero, ¿y si conocemos mejor lo que tenemos más cerca? Hoy nos acercamos a Buitrago del Lozoya, la joya de la Sierra Norte.
Un río rodeando un pequeño promontorio en el que se encaraman casitas de colores cercadas por una vetusta muralla, un brumoso puente que conecta la verde campiña con el pueblo y, a lo lejos, las risueñas laderas de la sierra que acarician el cielo. Una ruta de poco más de 20 minutos nos lleva al mirador de Buitrago Lozoya, una panorámica deslumbrante con la que comprender de un solo vistazo por qué esta localidad es uno de los pueblos más bonitos de la Comunidad de Madrid. Una escapada perfecta para alentar ese espíritu viajero que ha languidecido en estas últimas semanas.
Buitrago del Lozoya, el corazón de la Sierra Norte
A poco más de 45 minutos al norte de la capital nos encontramos con Buitrago del Lozoya, en el margen derecho de la A1 en dirección Burgos. La localidad, que cuenta con algo más de 1800 habitantes, es una de las referencias de la Sierra Norte, una comarca que comprende la zona norte de la Comunidad, incluyendo la Sierra del Rincón, la Sierra de la Cabrera y buena parte de Guadarrama, además de la campiña del extremo sudeste. Entre los Montes Carpetanos y la Cuerda Larga se encaja el valle interior más importante de la Sierra de Guadarrama: el valle de Lozoya, el río que rodea Buitrago.
Sentados sobre la hierba en el mirador admiramos esta geografía idílica alejada del mundanal ruido —salvo por el tráfico de la cercana A1— mientras empezamos a percibir el rumor de una historia legendaria que llega a nuestros oídos. De hecho, las referencias históricas más antiguas de Buitrago del Lozoya aparecerían en Tito Livio, uno de los grandes historiadores de la Roma Antigua. Algunos estudios señalan al Litabrum que, según indicaba Tito Livio, habría conquistado Cayo Flaminio en el siglo II a.C. como el origen de Buitrago, pero no existen vestigios arqueológicos que lo certifiquen.
Nos debemos ir al siglo XI para encontrar las primeras fuentes cristianas que se refieren a esta localidad. Buitrago del Lozoya es mencionada en el Fuero de Sepúlveda, localidad que promovió la repoblación de la comarca de Buitrago. Fue Alfonso VI el que conquistó la zona expulsando a los musulmanes. Ya en el siglo XIV aparecen los primeros señores de Buitrago entre los que se incluyó Íñigo López de Mendoza, que adquirió el título de Marqués de Santillana, dejando considerables huellas materiales de su dominio sobre el pueblo y su entorno.
Es en el siglo XIX cuando desaparecen los señoríos tras la llegada de las tropas francesas en 1808. Buitrago sufre diversos destrozos y los locales huyen. Lo mismo sucede en la Guerra Civil, un siglo más tarde, destruyéndose la iglesia de San Juan y el Hospital de San Salvador que había iniciado el Marqués de Santillana en el siglo XV.
Ya en la segunda mitad del siglo se construyen los embalses de Riosequillo y de Puentes Viejas, además de la Estación de Seguimiento de Satélites de Telefónica que cambian el entorno de Buitrago. Finalmente, en 1993 la localidad es declarada Conjunto Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural.
Qué ver y qué hacer en Buitrago del Lozoya
Además de subirse al mirador mencionado para degustar una de las panorámicas más fascinantes de toda la región, el viajero que llega a Buitrago se sentirá inevitablemente atraído por su muralla. Sea en Madrid o en China, las murallas tienen una curiosa capacidad para despertar una sensación de nostalgia: como si esos antiguos sillares nos conectaran con nuestros ancestros.
En este sentido, la muralla de Buitrago hará las delicias de los aficionados a la historia pues es el recinto fortificado mejor conservado de Madrid y el único que se mantiene en estado completo. De hecho, ya fue declarado Monumento Nacional en 1931.
Aunque el asentamiento de Buitrago no aparece mencionado en las fuentes musulmanas, diversos historiadores sugieren que el origen de la muralla podría retrasarse a mediados del siglo X, en tiempos de Abderramán III, época en la que los musulmanes iniciaron un proceso de apuntalamiento de la frontera para contener las cada vez más agresivas incursiones de los cristianos del norte.
La muralla tiene un perímetro de 800 metros, asentándose sobre un pronunciado meandro del Lozoya lo que otorga al pueblo ese aspecto de península que apreciamos desde la distancia. El recinto amurallado está configurado por el adarve bajo al norte y la muralla de los lados sur y sureste, los más alejados del río, con una construcción más sólida y monumental.
Otro imperdible de Buitrago es el Castillo de los Mendoza, construido entre el siglo XIV y XV por el Marqués de Santillana con un estilo mudéjar. También resulta curiosa, pese a su mal estado de conservación, la denominada Casa del Bosque, una casa de campo construida en el XVII siguiendo el modelo de la Villa Rotonda de Palladio. El bucólico Puente del Arrabal es otra de las estampas más típicas de Buitrago mientras que la Iglesia de Santa María del Castillo, concluida a principios del siglo XIV y restaurada tras la Guerra Civil, es la construcción religiosa más importante del entorno.
Pero Buitrago del Lozoya también nos guarda una sorpresa para el final. ¿Quién nos iba a decir que en esta villa de aroma vetusto y nostálgico nos íbamos a encontrar con uno de los más curiosos museos dedicados a la figura de Picasso? Eugenio Arias, natural de la localidad madrileña, fue durante muchos años el peluquero del pintor malagueño. De esta estrecha relación entre ambos se nutre este museo que abrió en 1985 gracias a la generosa donación por parte de Eugenio Arias de 60 obras del pintor. La entrada es gratuita.
Con todo, y a pesar de la belleza inconfundible del pueblo, el viajero que llega a Buitrago del Lozoya no puede evitar mirar un poco más allá de la muralla y disfrutar del precioso entorno natural de la Sierra Norte. Sobre todo si llegamos de la capital, nuestros pies nos llevarán, queramos o no, a recorrer algunos de los muchos senderos que parten del pueblo, como el mencionado que lleva al mirador. Tanto a pie como a bicicleta, existen diversas rutas, de mayor o menor dificultad, para respirar aire fresco y sentir como palpita de nuevo nuestro corazón viajero. ¡Que ya toca!
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