Nos están entrando las prisas. El cambio climático ya no se interpreta como un delirio de cuatro iluminados ni es solo materia de discusión económica entre grandes potencias. Pocos científicos quedan ya que nieguen las terribles consecuencias que supone no contrarrestar el cambio climático con iniciativas rotundas y decididas. Ya vamos contrarreloj.
Por eso, proyectos urbanísticos como Smart City Cancún que se prepara en México de la mano del estudio del arquitecto Stefano Boeri levantan tanta expectación: supone dar un giro de 180 grados a nuestro concepto de ciudad heredado de la Revolución Industrial.
Nueva York, Tokio, Pekín… Las grandes megalópolis mundiales se han convertido en amasijos de hierro, cristal y cemento en los que apenas queda espacio para la naturaleza. El coche, la industria y el negocio inmobiliario siempre tienen preferencia a la hora de trazar el urbanismo de estas ciudades. Para la mayoría de ellas ya no hay marcha atrás: la contaminación y la deshumanización es la nota predominante pese a la fascinación que despiertan algunas de estas ciudades infinitas.
Pero aún hay esperanza si se trata de trazar nuevas ciudades, adaptadas a los modernos criterios de sostenibilidad, autosuficiencia, respeto por la naturaleza y por la dimensión humana. Ciudades no diseñadas por y para la élite social ni para el transporte privado. Smart City Cancún es uno de estos proyectos que están a punto de ser aprobados y que pueden marcar el futuro de los asentamientos humanos: un nuevo tipo de ciudad que englobe las más avanzadas tecnologías y recupere el viejo sentido de ciudad como espacio de contacto humano, no de aislamiento y alienación.
Dos árboles por cada habitante
Según el estudio Boeri Architetti esa es la proporción que ofrecerá esta ciudad-bosque de Cancún. Está previsto que albergue unos 130.000 habitantes, muy lejos de lo que estamos acostumbrados en las grandes urbes. Para hacernos una idea tendría una población similar a la ciudad de León en España. Pero la extensión sería muy superior a una ciudad con ese número de habitantes. Y es que Smart City Cancún deja espacio —mucho espacio— para la verdadera protagonista de la ciudad: la naturaleza.
400 hectáreas de espacios verdes con 260.000 árboles y 7.5 millones de plantas. A buen seguro que el mercado inmobiliario en un país como España tendría un incontenible ataque de risa si alguien le presenta un proyecto así para trazar una nueva ciudad. Y es que las plantas no pagan hipoteca ni alquiler… pero nos permiten respirar, que tampoco está nada mal, ¿no? “Smart Forest City absorberá 116.000 toneladas de dióxido de carbono con 5.800 toneladas de CO2 almacenadas por año”, informan desde Boeri Architetti.
Pero la situación de privilegio que tienen los espacios verdes en el diseño previo de Smart City Cancún es tan solo uno de los pilares que convierten a esta ciudad en el sueño de la sostenibilidad urbana. Boeri se ha asociado a la empresa alemana Transsolar para lograr la plena autosuficiencia en la gestión del agua y de los alimentos. ¿Y cómo lo harán? Gracias a un anillo de paneles solares y campos agrícolas conectados a una tubería marítima submarina: a full circular economy, tal y como la denominan en el estudio del arquitecto italiano.
¿Y el transporte? Uno los grandes problemas de las ciudades contemporáneas gira en torno al transporte, tanto de mercancías como de ciudadanos. Facilitar la movilidad de las personas sin que ello suponga una fuente incontenible de contaminación es el objetivo de los asentamientos urbanos del futuro. Se trata de que todos los habitantes de Smart City Cancún puedan dejar sus vehículos fuera de la ciudad y usen en exclusiva el transporte eléctrico público según el sistema de movilidad MIC (Mobility in Chain).
Pero, además, una ciudad de pequeño tamaño permite al ciudadano recuperar el control de su tiempo. ¿Cuándo tiempo pierdes al día en acudir a trabajar o hacer una gestión sencilla en tu ciudad? Smart City Cancún trata de terminar con el sinsentido de un concepto ciudad en el que todo está lejos, en el que tienes que cambiar de barrio para acudir a tu centro médico. Boeri lo denomina urbanismo no determinista y supone devolver “el derecho de cada habitante a tener a su disposición todos los servicios a una distancia correcta para peatones y ciclistas“. Dios te oiga, Stefano.
Así mismo, el estudio del archistar milanés hará una gestión revolucionaria del big data a través de centenares de sensores repartidos por la ciudad que recojan información sobre los patrones de comportamiento de los ciudadanos con el objetivo de mejorar los servicios públicos y servir de conexión entre las personas y la administración.
Del Bosco Verticale de Milán a México y China
El mes de octubre se cumplió el quinto aniversario del Bosco Verticale de Milán, un proyecto radical que tenía como meta integrar de nuevo la naturaleza en un rascacielos y que, a la postre, se ha erigido en el símbolo y la base del trabajo de Stefano Boeri.
Con un éxito instantáneo, el arquitecto italiano se ha convertido en uno de los más demandados por aquellos gobiernos y organizaciones que tratan de innovar en materia urbana y medioambiental. Aunque en algunos casos tan solo se trata de maquillar la triste realidad de algunos países, Boeri ha abierto una oficina en China, uno de sus principales clientes como demuestra el proyecto de Liuzhou que comparte muchas claves con Smart City Cancún.
Pese a que Smart Forest City Cancún es un proyecto pendiente de aprobación y que, de finalmente ejecutarse, tal vez tenga que hacer determinadas concesiones que alteren su idea inicial, no deja de suponer una promesa de que otro urbanismo es posible, de que el futuro de nuestras ciudades está muy lejos de nuestras queridas megalópolis.
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